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Mostrando entradas de septiembre, 2014

En el barrio judío de Praga

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En el barrio judío de Praga, al norte de la Ciudad Vieja, cerca de donde se encuentra la maravillosa estatua de Kafka en que un hombre enorme sin cabeza lleva al cuello a un pequeño Kafka completo, vivía Lenka con su madre. El departamento daba—como en tantos edificios de Europa central—a un corredor con pisos de mosaicos cuyos dibujos divertidos en blanco y azul cerúleo combinaban a la perfección con los herrajes de los grandes balcones que desembocaban al patio común.  Macetas tupidas de todo tipo de plantas suculentas, begonias, malvones y geranios aportaban vida a esos espacios compartidos cuya techumbre consistía en una galería alta con columnas de hierro ornamentado, en donde de vez en cuando trepaba alguna planta que en invierno desaparecía por completo.  Mirando hacia arriba se veía el cielo, un espacio abierto y cuadrado que en primavera y otoño era una bendición para todos los sentidos, pero en verano y sobre todo en invierno, devenía en caldera o heladera respect

El artista

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            En mi condición de amiga le sugerí, luego le rogué a Juan Pablo que dejara de vender sus geniales dibujos en la peor parte de Broadway y se fuera a donde pudiera ser apreciado, pero no; él sabe que tal lugar quizás no exista y que tenga que acomodar su vida, dado que los molinos de viento son regidos por una fuerza superior a la voluntad propia. De nada sirve intentar cambiar la dirección de un fenómeno que nos excede y que tal vez sea producto del karma.             Juan Pablo ha caído en una suerte de letargo al saberse poco apreciado en su labor; se ha metido para adentro y una coraza ha ido anquilosándose en él hasta tapar esa personalidad anterior, aquélla de la alegría de vivir que traía al nacer.             Lo aplastó la realidad que llevó a otros a volar a altos niveles. Su arte terminó destruyéndolo.