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Mostrando las entradas etiquetadas como bebés

Pigmalión y la puta de turno

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Rosa, vestida de novia, con su piel cetrina y fría, con su flacura exacerbada por la falta de alimento y líquido, recién salida de la morgue, se presentó en la iglesia en donde supuestamente tenía que casarse ella con Edgardo... ella y no la otra, la que ahora estaba al lado de su amado novio a punto de dar el "Sí". Rosa llevaba puesto un vestido hecho por ella misma, con sus propias manos cargadas de amor por ese hombre que ahora se casaba con una mujer totalmente distinta a ella.  El vestido de Rosa tenía bordados, puntillas, detalles personales; era sencillo y sofisticado a la vez. Cada costura había sido dada pensando en la emoción que Edgardo le producía cuando hablaba, cuando comían juntos, cuando hacían el amor. Edgardo, su sueño hecho realidad. La nueva mujer del ut supra mencionado era una rubia teñida más, una mina común y corriente que hablaba de temas triviales, sin sustancia al igual que ella. Se planchaba el pelo, usaba las uñas esculpidas, se maquillab...

Isidro

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Isidro nació una tarde soleada, cálida y hermosa de mayo en el otoño porteño de hace unas cuantas décadas, y como tantos de su generación, el hecho no se sucedió en un hospital sino que su madre parió en la casa, en la cama matrimonial vestida con sábanas inmaculadas con aroma a lavanda.  Al verlo, el padre se dio cuenta de que nunca algo lo haría más feliz que tener un hijo, pero la madre, contrariamente a lo que se esperaba de ella, no sintió nada por Isidro. Tal fue el desencanto al tenerlo en brazos, que se lo entregó rápidamente al marido como quitándose un peso de encima y decidiendo ya en ese momento que el pequeño se alimentaría con biberón y no de su pecho. Nadie entendió a la mujer; sintieron rechazo y fastidio hacia ella a partir de ahí, cuando la vida de todos cambió de rumbo para siempre.  Esa madre había esperado tan contenta durante los nueve meses de embarazo, había tejido, cosido, comprado, decorado, cantado... y ahora, que por fin tenía frente a ella ...

Casta Diva

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A la pobre, no tuvieron mejor idea que llamarla como el aria de la ópera Norma . No podían ponerle un nombre relativamente normal, una palabra fácilmente digerible que no la dejara como una loca en medio del resto… no, tenía que ser Casta Diva Furlanetto Davis, Furlanetto por parte de padre y Davis por la madre, no va a ser por la Copa. En fin, la pobre Casta Diva salió de la Maternidad Sueco-Argentina con el nombre acoplado para siempre, los lóbulos perforados, aritos de perla y la bochita pelada. Digamos que salió procesada y producida para llegar a una reunión de bienvenida en su casa de la calle Pedro Morán, en el barrio de Villa Devoto, lugar en donde sucede de todo. Los abuelos se la pasaban como a la bandeja de las empanadas, los tíos y amigos le hablaban haciendo voces, y lo que todos ignoraban es que Casta Diva comprendía todo, todo en absoluto.  Ella pensó en su tercer día de vida, que así sería bastante insoportable vivir con toda esa gente levantándola cada...

Gregoria Samsa

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Le adjudicaron el nombre Gregoria sin dudar un segundo, y sin darle la chance de otro nombre detrás, en caso de que ella quisiera portar algún otro más sofisticado y de sonido suave. No, qué va. Los padres de Gregoria le estamparon un cartel en su dormitorio de bebé, de dos metros de ancho por uno de alto, con letras de imprenta agresivas y chillonas contrastantes con el verde loro barranquero de la pared, un cartel hecho de goma eva y lentejuelas pegadas a la que te criaste, mersa de acá hasta Chipre, un flor de cartel que decía nada menos que                                              ¡G R E G O R I A...  B I E N V E N I D A  A  E S T E  V A L L E  D E  L Á G R I M A S! Sí, eso mismo le pusieron y quedó ahí colgado, juntando tierra para siempre. El caso es que la chica ni siquiera pensaba en el cartel porque lo había visto desde s...

Venérea

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Simón T. había concebido a su hija teniendo sífilis. Él no había contado nada porque el egoísmo era mayor que el amor que sintiera por su mujer. Rita, por su parte, según sus cálculos, había quedado embarazada del sodero, con quien tuvo una aventura fugaz, pero como Simón T. era tan severo y categórico, ella pensó que si le contaba la verdad, él la mataría sin piedad con un cuchillo Tramontina, y la verdad es que ella no tenía intención alguna de fugarse con el muchacho que repartía la soda, y menos aún ganas de morir tajeada. Entonces empezó la escalada inevitable: Simón vivía nervioso pensando en la sífilis que haría estragos en el embarazo de Rita, y Rita, miraba a Simón con cara de culpa porque el hijo que llevaba en el vientre no tenía ni un gen de su marido. La preocupación creciente de Simón fue minando sus ganas de comer, por lo que adelgazó diez kilos, y con el tema recurrente hirviéndole el seso, veía los subtítulos de las películas sin leerlos porque las palabras p...

Luna

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Quedó encinta en su única relación sexual con un hombre al que no le vio la cara jamás, pero del que sin embargo se enamoró hasta el final de sus días. No pudo ni quiso olvidarlo porque ella tenía una ferviente voluntad. Aún si hubiera tenido la más mínima sensación de que empezaba a dejarlo ir, ella habría añadido leños a la llama de su memoria. Sus encuentros habían sido siempre a oscuras porque ambos vivían bajo las alcantarillas de la Avenida Juan B. Justo, por donde pasa el arroyo Maldonado. Así sucedió, patéticamente, de modo para muchos inverosímil: Luna conoció a un hombre bajo el asfalto y de él se enamoró, conversaron durante semanas, se acariciaron en varias ocasiones, se besaron algunas veces y una noche más oscura que las mañanas y tardes oscuras de su mundo paralelo, consumaron el sexo y ella supo de inmediato que ese ser masculino había sembrado en ella al hijo que viviría en su vientre por treinta años… todos los años que vivió Luna luego de embarazarse, porque sig...