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Mostrando entradas de abril, 2011

Mala

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Ella era mala en el sentido más literal de la palabra, en ese sentido sórdido y profundo en el que podemos llegar a sentir desde una atracción animal hasta incomodidad física estando a su lado, porque la maldad le brotaba por los poros de todo el cuerpo y se sentía como una corriente de energía eléctrica a la vez helada sin siquiera rozarla. Sus ojos de mala taladraban al otro haciéndole doler la cabeza sólo con mirarlo fijo, y ese otro no sabía que era ella con sus pensamientos sucios quien contaminaba el ambiente. Sí, mala como la peste, bella como una rosa, pero sin aroma a flor, con un hedor entre azufre y metal corroído, una mezcla fría y áspera como su carácter, así era la desgraciada. Mala desde la cuna, la mala de la película... ella, hija de perra, la hija deseada de dos pobres seres que festejaron la llegada de la maldita a este mundo, en medio de una carcajada de felicidad explosiva, bombones de chocolate y ramitos de jazmín, pensando que traían un ángel a este mun

Rossana después

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La energía estaba a punto de desbordar dentro del cuerpo de Marcos. Sintió que era capaz de amarla tan intensamente que de quererla, podría matarla, y de odiarla, podría reventarla contra la pared sin ninguna piedad;  penetrarla con ternura, y también violarla, no teniendo claro en qué orden lo haría. Él era así, contradictorio y ambiguo como toda persona demasiado inteligente; había en él algo de pathos, de personaje de ópera de Berg, de Britten o del infierno mezclado con paraíso en el que él vivía. Ese día se dio cuenta de que si ella muriera, no existiría más el problema. Era más fácil matarla que amarla. Pero Rossana no quería morir todavía, y eso él lo sabía. Él intuía que ella hacía lo que podía para estar contenta y disfrutar de lo que era posible, y que sus errores eran más handicaps de su personalidad que maldades hechas ex profeso. Entonces, Marcos Hyde se desvanecía  y se convertía de inmediato en Marcos Jekyll y hasta parecía más lindo. - Hoy no la voy a matar,

Rossana luego

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Mientras Rossana recuperaba su tamaño original,  Marcos sentía mariposas en la panza como cuando era adolescente. No estaba muy seguro de lo que le pasaba, pero evidentemente algo lo hacía sentir más vital, con la piel tirante y un estado de ánimo renovado… como con ganas de jugar al Ring-raje, hacer el amor dentro del auto al costado de la plaza de Barrancas de Belgrano, y tirarse en la cama a mirar el techo escuchando su música favorita, e imaginar un mundo mejor… y que ese mundo mejor fuera el suyo propio. Rossana había quedado llena de moretones de colores rosados y violáceos que con el transcurrir de los días iban tomando un verdor azulado que le recordaron el instante en que se bebió la tinta del diario de Marcos. Llevaba parte de ese hombre en ella, y si antes ya podía percibirlo con intensidad, ahora era como que lo tenía metido dentro, como si ella fuera una funda que contenía a un Marcos en lugar de contener órganos. Estaba segura de estar transitando entre dos