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Mostrando entradas de marzo, 2013

Gerardo

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Las historias sólo les suceden a quienes son capaces de contarlas. -Paul Auster- Gerardo leía en el subte, en el tren, en la plaza de su barrio cuando había un poco de sol, en la cama, tirado en el suelo, en cualquier parte en donde hubiese al menos un hilo de luz que permitiera a sus ojos descifrar el escrito. Era lo que se dice, un ávido lector, uno de ésos que no levantan la vista para ver qué pasa a su alrededor. El vivía enfrascado entre las hojas de alguna novela apasionante y sólo salía de ese estado cuando una mujer le atraía por el olfato, dado que rara vez alzaba la vista. Lo que él no lograba, era escribir. Tanta lectura de años, tanto dominio del idioma y sin embargo, la musa parecía no aparecérsele ni aunque se bajara la botella de escocés que tenía en el bargueño. No había manera de que lograra pasar de los tres renglones, con suerte, y tampoco sabía contarles algo a los demás, aunque fuese una anécdota del colectivo, de la calle, del cine, y ni siquiera l

Allegra

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Quien no encaja en el mundo, está cerca de encontrarse a sí mismo.                  Hermann Hesse  Allegra, contrariamente a los anhelos de la mayoría de la gente de hoy, no quiere ser famosa, ni estar en la mira. Siente un placer casi erótico en el anonimato, en la paz de su casa y en la cotidianidad del parque en donde lee y toma sol. Su deseo es pasar tan inadvertida, que la gente no pueda siquiera recordar su rostro y mucho menos, su voz.  Es raro que una mujer bella y culta se esconda, más en estos tiempos tan exhibicionistas, y más en una ciudad como Buenos Aires en donde todo es posible; pero lo común no es lo único que ocurre en esta vida, también existen personas singulares como Allegra que se esconden del mundo porque no sienten que pertenezcan del todo a él.  Me gusta que alguien que no tendría por qué ocultarse, lo haga. Vive una suerte de arresto domiciliario voluntario y con beneficios. Allegra piensa en cómo no dejar rastro por donde pasa, en qué

La autora

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Como éste es el relato número cien, me elegí a mí misma para protagonizar la historia de hoy. Son lujos que una puede darse cuando es la dueña del circo. Hablar de mí es fácil y difícil; no todo puede ser narrado y supongo que no demasiado de mí ha de interesar porque no soy una celebridad, y por alguna razón, si bien a mí me interesan más las vidas de las personas que no están en la mira--como las protagonistas de mis historias, mis conocidos, vecinos y amigos, o esa gente que uno ve cada día entrar y salir de una casa e imagina el aroma de sus comidas, la textura de sus muebles, sus gustos, sin saberlos a ciencia cierta-- a la  mayoría le fascina saber pormenores de la vida de la farándula, y yo detesto todo eso. No soy la mayoría y me gusta no serlo. Mi vida hasta hoy llevaría siete tomos de mil quinientas páginas porque por los años que tengo, me han pasado y protagonicé demasiadas cosas, muchas de ellas desafortunadas, productos del destino, pero sólo daré un pantallazo some

La reflexiva

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No quiero decir su nombre. No sea cosa que esté leyéndome o que vaya a leerme más tarde, o algún día de éstos, y tome a mal lo que pretende ser todo lo contrario, o si no lo contrario, al menos no tiene intención alguna de referirse a ella en el mal sentido.  Es que en algún punto, la admiro porque sus cualidades no son las mías. Es una linda mujer, más que linda y ni siquiera es consciente de eso, ni le importa coquetear o exaltar sus virtudes de mujer atractiva porque se alimenta de otros nutrientes que nada tienen que ver con la vanidad.  Será por eso que la admiro. Siento tanto respeto por esa mujer que modestamente avanza por la calle sin pavonearse ni tampoco esconderse, ya que no siente vergüenza alguna ni necesidad de llamar la atención. Lo que me lleva a observarla, a analizarla, es que la veo ambigua; a la vez que rinde culto a la espontaneidad, cae en la contradicción de ser demasiado reflexiva.  ¿Cómo puede alguien ser espontáneo y en demasía reflexivo? gracias a ell