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Mostrando entradas de 2017

La Ruelle de l'Ancien Chantier (crónicas de Québec)

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Me perdí bajando por la calle Côte du Palais, exactamente al desembocar en el codo que forman la Rue du Saint-Vallier y el comienzo de la Rue des Vaisseaux du Roi. No sé por qué, pero ya no supe por cuál calle tomar y hasta las piedras que siempre me habían enamorado parecían en ese momento algo frío y triste. Me faltaba algo y no sabía qué. Sentí que un velo se me había quitado de los ojos y podía entonces ver lo que hay detrás de las fachadas, no solamente de las casas sino de los edificios públicos y, sobre todo, de la gente. Me perturbó tal descubrimiento, al mismo tiempo que me fascinó porque ahora no idealizaría más nada. Si había de amar, tendría que ser lo real y no la imagen proyectada de un sueño. Sí, algo así tendría que ser porque si no, no sé cómo explicar el fenómeno acaecido aquel mediodía en que bajando con mi bicicleta—era el mes de agosto, si mal no recuerdo—quedé azorada al ver todo tan distinto. Miré hacia un lado, hacia el otro, y decidí remontar mi camin

L’Homme-Rivière (crónicas de Québec)

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Ella iba sola caminando por las calles del viejo Québec en dirección al conservatorio de música, cuando sorpresivamente prestó más atención de la acostumbrada a la escultura del hombre del río, un cuerpo de hierro que emergía a mitad de calle como si uno fuese a entrar a una casa y se topara con una presencia inmutable que no lo deja a uno entrar.  Tantas veces había pasado apurada por la calle Félix-Antoine Savard, aunque salvo la felicidad de recorrer ese lugar tan querido, no había experimentado esto que le pasaba ahora: sentir que el hombre del río quería decirle algo y que el habla le estaba vedada o restringida; claro, siendo una escultura, cómo podría sacar su voz hacia afuera, cómo haría este hombre del río para transmitirle un mensaje de antaño, pero qué digo... siendo una obra de arte, un objeto bello pero objeto al fin, ¿cómo iba a emitir palabra?  Ya me siento una loca al contarlo. Ella se atrevió y le preguntó al hombre de hierro: - Est-ce que vous pouvez m'en

Pigmalión y la puta de turno

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Rosa, vestida de novia, con su piel cetrina y fría, con su flacura exacerbada por la falta de alimento y líquido, recién salida de la morgue, se presentó en la iglesia en donde supuestamente tenía que casarse ella con Edgardo... ella y no la otra, la que ahora estaba al lado de su amado novio a punto de dar el "Sí". Rosa llevaba puesto un vestido hecho por ella misma, con sus propias manos cargadas de amor por ese hombre que ahora se casaba con una mujer totalmente distinta a ella.  El vestido de Rosa tenía bordados, puntillas, detalles personales; era sencillo y sofisticado a la vez. Cada costura había sido dada pensando en la emoción que Edgardo le producía cuando hablaba, cuando comían juntos, cuando hacían el amor. Edgardo, su sueño hecho realidad. La nueva mujer del ut supra mencionado era una rubia teñida más, una mina común y corriente que hablaba de temas triviales, sin sustancia al igual que ella. Se planchaba el pelo, usaba las uñas esculpidas, se maquillab

C H A R L E V O I X (crónicas de Québec)

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Chéri... si supieras cuántas cosas tengo para contarte... no me alcanzan los renglones de esta hoja para decirte sobre todas las canciones que he compuesto en este tiempo, los poemas que he escrito, los cuentos que son tantos que ya ni vale la pena empezar a contarlos porque la vida se pasa y no puede uno estar leyendo in aeternum porque entonces dejaría de vivir para vivir leyendo, je ne sais pas. Recuerdo con frecuencia un lugar en particular en donde viví algunos de los días más felices de mi existencia completa... ¿Te acordás de la ducha fuera del chalet en Charlevoix?… qué aventura más divertida, qué tranquilidad vivimos allí en el medio de la nada; me parece como si fuese hoy que salíamos corriendo de la casa porque hacía frío y nos bañábamos juntos para darnos calor. Qué maravilla el contacto de nuestros cuerpos tocándose mojados con la fragancia del jabón de glicerina. Solíamos reirnos en esa época, por todo, por nada, reirnos a carcajadas que hoy sólo resuenan en mi c

Raquel en Québec (crónicas de Québec)

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Años después de haber visto en sueños o como en sueños este lugar, logré llegar en cuerpo y alma de la mano de un gran amor que precisamente nació en estas tierras gélidas y hermosas, de una naturaleza primigenia y arquitectura generosa, de un clima que produce en sus nativos una suerte de bipolaridad emocional y un pragmatismo que me es ajeno. Mi mejor viaje, mi ciudad en el mundo, el sitio en donde arrojé monedas para poder regresar porque existe algo que proviene de vidas pasadas. Yo nací en Québec , no sé cuándo ni cuántas veces, ni siquiera sé si lo he hecho como mujer o como hombre, pero es mi tierra ancestral, y Venecia es la otra parte que me completa.  Y el amor que allí me condujo sin saber de mis vidas pasadas ni de las de él mismo, también fue quien de mi mano viajó a Venecia en donde hemos tenido una vida anterior. Ambos vestíamos atuendos del carnaval y tras las máscaras nos reconocimos.  En Québec, tal reconocimiento fue en el Vieux-Port, lugar en donde nos