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Mostrando entradas de octubre, 2010

Elizabeth

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La pequeña Elizabeth, con seis días de edad, fue proclamada reina. Ya empezó su vida en medio de una mezcla de pañales y coronas, protocolo y trono, escuchando mucho más que esas palabritas dulces inventadas para los bebés, esas pavaditas dichas con vocecitas deformadas de personajes que a los niños tanto encantan. Coronaron a Elizabeth a los nueve meses y fue noticia en todas las cortes de Europa. La crème de la crème se reunía para departir acerca de la juventud extrema de la monarca talle extra small, cuyo destino matrimonial ya había sido trazado cuando aún tomaba del pecho de su madre. En el día de la coronación, vistieron a la pequeña Elizabeth con pesados trajes reales en miniatura. Una capa carmesí de terciopelo fue sujetada alrededor de su cuello minúsculo con un pequeño gancho forrado de armiño, y junto a las joyas cosidas al satén con las mangas que colgaban largas, se envolvió a la niña, que podía incorporarse pero no caminar. Fue llevada por Lord Hartford en solemne p

Tragedia

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O su madre era ávida lectora de García Lorca y quiso ganarle a Angustias y Martirio de La casa de Bernarda Alba , o su padre era un actor de raza que tras haber dejado desparramados en algún sitio del mundo a sus mellizos Drama y Comedia, frutos de un amorío casual con una gitana clarividente, se sintió en la obligación de llamar nada menos que TRAGEDIA a su tercera hija inocente. El caso es que la joven se llamaba así y a nadie le daba por apocoparle el nombre, ni se les ocurría llamarla Camila, Mariana, Paula, Daniela, Sabrina, Glenda, Ivana o Belén... algún nombre decente. De hecho, hay mucha gente que se llama Ifigenia y se hace decir Elsa, o fue infelizmente bautizada como Nicanora y for export es Nora. Podría haber sucedido... Y Tragedia era una chica muy cómica, graciosa y extrovertida, que de tragedia no tenía más que el rótulo porque ella era una campanita tintineante que solamente ofrecía cosas buenas y generaba un afecto inmediato del otro lado. Las maestras la nombraban

Raquel

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Mirando intensamente la velita violeta con brillantina plateada, instantes después de haberse apagado la luz para acometer tal instancia, y concentrada en el fulgor de la llama, Raquel pidió sus tres deseos, que no fueron en realidad tres, sino el mismo solicitado de tres maneras diferentes, esperando que Dios, Zeus, San Gennaro o el Cosmos se lo concedieran, y sosteniendo la decisión de difamar a cada uno de ellos por embustero, en caso de no obtener respuesta alguna.