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Mostrando entradas de abril, 2009

Nadia

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¿Por qué no vas a la esquina a ver si llueve en vez de estar mirándome como una estúpida? Rajá de acá o te doy vuelta la cara... ¡¡¡Mocosa del diablo, contá de qué te reís así veo si me río yo también!!! ¿¿¿Te estás riendo de mí???... No, no, te lo juro, no me río de vos, es que me pone nerviosa que me grites así... ¡A la escuela no vas a faltar aunque tengas cuarenta grados de fiebre, mirá, no me saqués de las casillas, desagradecida! De los pelos te voy a arrastrar, desgraciada, quién te creés que sos... ¡Por qué me obligás a pegarte! ¿Por qué? ¡Para qué habrás nacido! Nadie te va a querer, nadie te va a querer. ¡Te vas a la cama sin cenar!, ¡Qué fiesta ni qué fiesta, tenés que ayudar en casa y no me pongas esa cara de pato mojado que me da náusea... Nadie te va a querer, nunca, nadie... Nadia, un nombre que en esta lengua de sonidos palatales suena parecido a nadie , nadie te va a querer, nadia te va a querer, nadie o nadia, lo mismo da... una NN dentro de su propio núcleo

Trisa

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Trisa vivía colgada en una percha, dentro de un ropero bastante confortable y limpio sin la ofensa del olor a naftalina de otros roperos vecinos, y sí en medio de bolsitas mononas de tul, llenas de ramitas de lavanda y pétalos de rosa. El ropero constituía su morada y allí dentro sucedía todo: comía, bebía, cantaba, lloraba, reía como loca a carcajadas, hacía el amor, cambiaba de parecer, pensaba en mundos insulares rodeados de mares transparentes verdeazulados y fantaseaba con quedarse a vivir un sueño eterno junto a Truman, un pantalón de jean que la visitaba con frecuencia pero que dada su condición, no podía llevarla tan lejos. Trisa amaba a Truman, y por eso, los mares paradisíacos podían pasar a un segundo plano. Truman amaba a Trisa, y por eso la dejaba expresar sus deseos y alguna que otra vez, aunque sólo fuera en su interior o en un sueño, él también deseaba compartir el mar y el sol junto a ella, a Trisa y sin prisa. Trisa vivía al lado de una camisa, añorando la bris

Luna

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Quedó encinta en su única relación sexual con un hombre al que no le vio la cara jamás, pero del que sin embargo se enamoró hasta el final de sus días. No pudo ni quiso olvidarlo porque ella tenía una ferviente voluntad. Aún si hubiera tenido la más mínima sensación de que empezaba a dejarlo ir, ella habría añadido leños a la llama de su memoria. Sus encuentros habían sido siempre a oscuras porque ambos vivían bajo las alcantarillas de la Avenida Juan B. Justo, por donde pasa el arroyo Maldonado. Así sucedió, patéticamente, de modo para muchos inverosímil: Luna conoció a un hombre bajo el asfalto y de él se enamoró, conversaron durante semanas, se acariciaron en varias ocasiones, se besaron algunas veces y una noche más oscura que las mañanas y tardes oscuras de su mundo paralelo, consumaron el sexo y ella supo de inmediato que ese ser masculino había sembrado en ella al hijo que viviría en su vientre por treinta años… todos los años que vivió Luna luego de embarazarse, porque sig

Fiona

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Presbiterio, presidenta, prostituta, culebra, culebrón, venezolano, Chávez ... qué asociaciones vinieron a visitar su mente cuando viajaba en el 108 semivacío, ideal para el vuelo interno, reloj de arena mitad sombrío y mitad soleado... campana, candado, cándida, Candice, Bergen... Bergen-Belsen, Anne Frank, diario, íntimo, intimidad, vejación, hambre, muerte, tristeza, degradación... pero había otro Bergen, sí, un sitio en Noruega, fiordos, aire, lagos, mar, el holandés errante anclando en las costas de la bahía de Sandwicke, el fantasma desasosegado a quien los vientos depositan en Noruega de manera inesperada, en forma de destino inexorable, y todo por haber desafiado al diablo. Diablo, diable, diavolo, devil, debilidad, doblar, doblez, deber... El colectivo frenó de golpe y Fiona perdió su asociación de palabras que la mantenía en un estado de entretenimiento entre creativo, y obsesivo. Ella se perdía en sus listas de palabras interminables dentro de su cabeza, las veía escr

Enikö

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Ella se llama Enikö, el nombre femenino en húngaro que más me gusta, con el que llamaría a una hija mía que llevara apellido de ese origen. Entonces, contaré que Enikö sueña con paseos y viajes, pero no con paseos tontos caprichosos o viajes imposibles, sino con algo más sencillo y tal vez por eso, más difícil: Sueños compartidos. Hasta hace un corto tiempo, ella se acostaba cada noche pensando en un paseo particular que quería dar con Károly, su amante, un hombre muy ocupado y aunque con capacidad de disfrutar, siempre demasiado pendiente de la hora y de cómo maximizar el uso del día. En el sueño recurrente, él la tomaba fuertemente de la mano, como las madres llevan a sus niños para que no se les pierdan en medio del gentío, con ese temor de que al soltar, aquella manita ya no pueda ser más asible, nunca pero nunca más en esta vida, como si al desprenderse, se desconectara la energía de vida de ambas personas. Károly sujetaba tan fuertemente a Enikö, que con esa acción parecía q

Romelia

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Una cosa es juzgar el pan desde su cáscara, desde esa costra tentadora y crocante que lleva a querer hincar el diente, y otra situación es adentrarse en su miga blanda, de naturaleza muy distinta. Quizás para algunos la corteza sea lo más atractivo, mientras que para otros, la miga es la quintaesencia del sabor y la textura. No sé por qué pensaba en el pan mientras viajaba con el libro de Karinthy en el 80, mirando las casas de Belgrano R. Leía tranquila y observaba a Romelia sentada delante de mí. Sé que ése era el nombre porque con mis ojos recién operados, parezco haber desarrollado una visión más allá de los límites de lo normal, algo así como un ojo biónico que me llevó a ver con presteza Romelia Pastor en una etiquetita sucia escrita en Times New Roman 14. Esto pegado sobre una carpeta pringosa que nadie querría tocar, a menos que dentro de ella se encontrara el contrato de Mefistófeles para conseguir la juventud eterna, o un cheque al portador por cien mil dólares, o cualq

Alma

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Extrañamente o por mera distracción en cadena de unos cuantos, Ella no tenía nombre. Al no tenerlo, no la llamaban ni la mencionaban; nadie parecía reparar en Ella. Podría haberse llamado Melina, aunque después de pensarlo horas, le sonaba a mielina y en vez de mujer se sentía sustancia, fluído, química, un producto de la medicina. Mejor sería llamarse Amparo, nombre de heroína de historia sórdida de una España franquista... Sí, Amparo, una valiente mujer rebelde, y de esta manera creer fehacientemente que a su lado la gente se sentiría a resguardo;y por qué no, convertirse en dicho resguardo porque en definitiva, uno se convierte en lo que quiere ser... qué buenos son algunos nombres, qué sosos algunos otros. Decidió esperar unos días más, de todos modos, qué más daba esperar unos días si tenía treinta años cumplidos y aún no llevaba un nombre debido a que sus padres se habían olvidado de ella y nunca más la buscaron, ni la mencionaron, ni siquiera dejó huella en el vientre de e