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Mostrando las entradas etiquetadas como pesadillas

Raquel en Québec (crónicas de Québec)

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Años después de haber visto en sueños o como en sueños este lugar, logré llegar en cuerpo y alma de la mano de un gran amor que precisamente nació en estas tierras gélidas y hermosas, de una naturaleza primigenia y arquitectura generosa, de un clima que produce en sus nativos una suerte de bipolaridad emocional y un pragmatismo que me es ajeno. Mi mejor viaje, mi ciudad en el mundo, el sitio en donde arrojé monedas para poder regresar porque existe algo que proviene de vidas pasadas. Yo nací en Québec , no sé cuándo ni cuántas veces, ni siquiera sé si lo he hecho como mujer o como hombre, pero es mi tierra ancestral, y Venecia es la otra parte que me completa.  Y el amor que allí me condujo sin saber de mis vidas pasadas ni de las de él mismo, también fue quien de mi mano viajó a Venecia en donde hemos tenido una vida anterior. Ambos vestíamos atuendos del carnaval y tras las máscaras nos reconocimos.  En Québec, tal reconocimiento fue en el Vieux-Port, lugar en d...

El amanecer de Chiara

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Chiara tenía miedo de ir a dormir por las pesadillas que la acosaban sin tregua desde que tenía memoria.  Cuando el irse a la cama era el placer de casi todos, para ella significaba meterse voluntariamente en una trampa mortal puesta por un cazador de mirada punzante y mentalidad fría. Así lo intentó todo, desde probar infusiones orientales de sabor sospechoso que a otra gente surtían efecto, hasta hacer ejercicios de control mental, yoga, y relajación y también dejar de cenar para no tener el estómago lleno a la hora de acostarse.  Las pesadillas seguían su curso y parecían ser inmunes a cualquier tipo de modificación en las rutinas de Chiara. Era dormirse y caer en un pozo oscuro en donde los rostros perdían su lozanía para adquirir una tonalidad entre tiza y azufre y un hedor metálico. Allí estaban todas las situaciones que en la vida real no quería ver, las que negaba. El problema la llevó a aislarse. No fue de inmediato, sino que sucedió paulatinamente. Como dormía...

Edna

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Edna planeaba todas las noches lo que haría al día siguiente, pero al despertar, sentía un dolor en el estómago, que más que dolor era una molestia, un nervio vivo, como un ser moviéndose desde el abdomen superior hacia el pecho, provocando espasmos y la necesidad de cerrar los puños, hasta sin darse cuenta clavarse las uñas y lastimar sus preciosas manos que alguna vez tocaron el violín.  Qué lindas manos, suaves, delgadas y sin irregularidades en los nudillos... las manos de Edna. Se dormía tarde y casi sin sueño, con resignación y pastillas que la ayudaban a pasar de un estado de vigilia algo tormentoso, a una vida onírica aún peor, en donde siempre deambulaba desnuda, con ganas de hacer pis, sentada en un excusado con paredes transparentes alrededor, situado siempre en medio de la calle o de una plaza, generalmente sobre la Avenida Luis María Campos, y otras veces en Rivadavia y José María Moreno. Así nunca le salía el pis y su vejiga ardía intensamente.  E...

Ornella

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Muerta de sed, se encontró abrigada de más y caminando por una calle sucia cuyas veredas pringosas la obligaban a deslizarse con cuidado para no resbalarse y caer, haciendo de sus circunstancias, algo peor. ¿Qué barrio era? Alguno, pero alguno bien desconocido. ¿Por qué estaba allí? Recordaba haber discutido con alguien minutos antes, algo acerca de canto, nada personal. La casa en la que previamente había permanecido para sostener dicha charla tan poco amable, estaba pintada (por dentro) de un verde chillón contrastante con el gusto de Ornella. Mientras sentada a la mesa llena de trapos y migas que otros habían dejado, ella miraba esos muros, tenía ganas de salir corriendo. Evidentemente salió corriendo por unas escaleras angostas de madera semi podrida que cada tres o cuatro peldaños amenazaban con sucumbir. Ornella temía por sus piernas, tenía miedo de lastimarse, de sentir dolor otra vez. Una vez en la calle, vino a descubrir que estaba demasiado bien vestida para el sitio...