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Mostrando entradas de agosto, 2011

La Navidad de Ramira

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Ramira llegó a odiar la Navidad porque cada vez que ésta se acercaba, la gente más hipócrita y menos sensible que conocía, se ponía tonta y sentimental cuando el resto del año podía maldecir al prójimo sin culpa. De por sí bastante histérica, pasaba esa corta temporada de diciembre como si fuera un cuento de terror, esquivando a la gente que la rozaba con bolsas llenas de regalos y adornos para el arbolito. Y será que es cuando uno desea evitar algo, que ese algo lo sigue a uno indefectiblemente, que cada vez que Ramira encendía la televisión o iba a un centro de compras, se cruzaba con la roja imagen barbuda y panzona que emitía un siniestro ho ho ho. De inmediato y por su natural y algo exacerbado sentido de la compasión, Ramira recordaba que el pobre hombre que hacía de Papá Noel pasaba un calor terrible debajo del disfraz, por unos pocos pesos durante largas horas. Eso hacía que no odiara tanto al personaje en sí, como  a sus seguidores y fomentadores de tal vicio munda

Zoila

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Zoila se levanta a las cinco, entra al baño y par ada sobre una palangana enlozada,  se hace sus abluciones matutinas con una toallita áspera empapada en agua tibia tirando a calentita, previo enjabonamiento cuidadoso y metódico de su cuerpo entero, como en un ritual.  A su lado tiene dos jarras de agua para enjuagarse y una toalla blanca prístina. Así, la sirvienta se dispone a comenzar su día estando limpia y lozana; son para esto las cinco y media, y a esa hora ya está vestida con su uniforme azul lavanda, delantal gris y zapatillas blancas inmaculadas. Se ha peinado con un rodete prolijo y tirante que oculta su hermosa cabellera rojiza que ya deja ver alguna cana o dos, quizás tres pero no más. De su piel y su pelo irradia el aroma a limpio del jabón de lavanda. Ella tiene el olor de la ropa recién planchada y parece recortada de un catálogo. Zoila cumple. Habla y come poco, lee, no roba, ni piensa siquiera en tomar lo ajeno. Sólo vive para cumplir con su destino de emp

Casta Diva

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A la pobre, no tuvieron mejor idea que llamarla como el aria de la ópera Norma . No podían ponerle un nombre relativamente normal, una palabra fácilmente digerible que no la dejara como una loca en medio del resto… no, tenía que ser Casta Diva Furlanetto Davis, Furlanetto por parte de padre y Davis por la madre, no va a ser por la Copa. En fin, la pobre Casta Diva salió de la Maternidad Sueco-Argentina con el nombre acoplado para siempre, los lóbulos perforados, aritos de perla y la bochita pelada. Digamos que salió procesada y producida para llegar a una reunión de bienvenida en su casa de la calle Pedro Morán, en el barrio de Villa Devoto, lugar en donde sucede de todo. Los abuelos se la pasaban como a la bandeja de las empanadas, los tíos y amigos le hablaban haciendo voces, y lo que todos ignoraban es que Casta Diva comprendía todo, todo en absoluto.  Ella pensó en su tercer día de vida, que así sería bastante insoportable vivir con toda esa gente levantándola cada dos