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Mostrando las entradas etiquetadas como cárcel

La mujer invisible

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No sé en qué momento me sucedió, pero ante sus ojos, ante los del único hombre que me ha interesado desde la muerte de mi marido, me he convertido en una mujer invisible. Nada en mí parece llamar su atención. Ni siquiera se comunica conmigo para odiarme, para quejarse de algo, para criticarme. Mis escritos, mis intentos fallidos de llamar su atención para llegar a conocernos más, mis miradas, de nada han servido, y siento que en cualquier momento podría sobrevenirnos la muerte y me quedaría sin el placer de haberlo tocado, besado, acariciado. Se me hace necesidad estar desnuda apretada a él, aunque sea una vez, aunque después solamente seamos amigos y nos una para siempre una mirada cómplice por haber hecho el amor y guardar el recuerdo, las imágenes táctiles, olfativas, gustativas, también las visuales y auditivas; todas las que emerjan del momento. Que nos quede también lo que pudo pasar por nuestras mentes en el momento de esa unión, lo que hayamos pensado y sentido, hacia ...

Karma

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Norma y Norman Bates se quedaron cortos en su historia psicótica. Bajo la apariencia de una pareja feliz, equilibrada y armoniosa, ellos dos, llamémosles David y Lena, brindaban un espectáculo de patetismo tan extremo que al verlos interactuar en público, me hizo sentir habitante de otro planeta.  O era yo la extraterrestre o lo serían ellos. Lo peor es que no podía comentarlo con nadie porque de un modo u otro, todos estábamos relacionados con esta suerte de pareja. Me acordé entonces del famoso pensamiento de Cortázar sobre el amor que nos parte al medio como un rayo, algo que no puede elegirse sino que sucede inevitablemente:  "Los he visto con horror" aludiendo a cómo ciertos hombres eligen a las mujeres para casarse sin amarlas. Sí, el horror del conformismo, de la falta de confianza en que el gran amor llegará--tarde o temprano--y no se busca ni persigue; mucho menos se compra. Y sí, ésos que eligen son los cobardes, porque los valientes se enamoran y corren ...

Allegra

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Quien no encaja en el mundo, está cerca de encontrarse a sí mismo.                  Hermann Hesse  Allegra, contrariamente a los anhelos de la mayoría de la gente de hoy, no quiere ser famosa, ni estar en la mira. Siente un placer casi erótico en el anonimato, en la paz de su casa y en la cotidianidad del parque en donde lee y toma sol. Su deseo es pasar tan inadvertida, que la gente no pueda siquiera recordar su rostro y mucho menos, su voz.  Es raro que una mujer bella y culta se esconda, más en estos tiempos tan exhibicionistas, y más en una ciudad como Buenos Aires en donde todo es posible; pero lo común no es lo único que ocurre en esta vida, también existen personas singulares como Allegra que se esconden del mundo porque no sienten que pertenezcan del todo a él.  Me gusta que alguien que no tendría por qué ocultarse, lo haga. Vive una suerte de arresto domiciliario voluntario y con beneficios. All...

Mimì antes

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Lucía Della Valle, alias Mimì como la de la ópera, antes de su cadena perpetua sin derecho a libertad condicional a la que fuera condenada por un crimen que sí cometió y del cual nunca se arrepintió, era una mujer fina, bastante narcisista, debido en parte a su profesión de cantante lírica, aunque generosa y compasiva con aquéllos a los que ella creía merecedores de tales virtudes.  Su amor era total, así como su odio; en ella, las medias tintas no tenían cabida. Su fineza le era tan propia que nunca la abandonó, ni aún en los ratos más oscuros de la cárcel maloliente y llena de minas gritonas, de una asquerosa ordinariez, animalitos de Dios, o animalitos a secas, porque los animales son divinos y estas mujeres son como para echarles insecticida, pesticida, o para ponerles cicuta o cianuro en la colación de la mañana. No, no hay que perder la esencia, no hay que caer en la obscenidad, en la vulgaridad; más vale tengo que ser yo quien influya sobre el resto, y no el resto...

Mimì

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Sì, mi chiamano Mimì... ma il mio nome è Lucìa ... cantaba mientras hacía un leve espumaraje con un pedacito de jabón blanco, y daba algo de dignidad a sus dos bombachas, un corpiño de algodón blanco y unas medias de abrigo, todo en el lavabo ínfimo de su celda que por suerte, tenía ese artefacto cuyo suministro de agua era algo escaso y sólo a determinadas horas. Ella, que se llamaba Lucía, se hacía decir Mimì por la de la ópera La bohème . Sus compañeras de cárcel no sabían ni qué era la ópera, pero el Mimì de Lucía les pareció bien para nombrar a quien respetaban, pese a la pequeñez de su contextura y a la parquedad de su carácter. Ya sé, o mejor dicho, presumo, por qué cada vez que las reclusas armaban una trifulca o decidían golpear a alguna, nunca elegían a Mimì como objetivo; es que ella no le tenía miedo a nada y cuando uno no teme, el otro lo olfatea, así mismo como se puede oler el miedo ajeno. Atacar a Mimì verbal o físicamente habría sido como arrojar arvejas con...

Roberta

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Compré este cuaderno para descargarme cuando me siento sola y triste. No sé cómo empezar a escribir algo porque hoy precisamente, no siento la inspiración, pero desde aquel viaje a India, si bien sigo siendo tan occidental como antes y el olor del Ganges me trajo reminiscencias del Riachuelo y en consecuencia alguna náusea, algo nuevo y divino ha aflorado en la persona que soy. De otro modo, encontrándome en donde me encuentro hoy, ya estaría completamente desquiciada.  Es como si antes sintiera casi permanentemente una revolución interna caótica y ahora ese caos hubiera mermado y tomado forma; como si de un cuadro cubista, se llegara a uno de Leonardo por mutación natural. En mi interior reinaban el cubismo y la forma abstracta, y ahora sé concretamente qué me lastima, qué me duele y qué me hace gozar, vibrar y llenarme. Me conozco. Pensando en la escritura como camino hacia el autoconocimiento, empecé a escribir en forma poética para probar, pero mis poesías son p...

Timotea

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Timotea, morena y fría; madre de un asesino, cerebro del asesinato perpetrado por su vástago. Timotea gimotea, ahora que el nido le ha quedado vacío, ahora que el títere colgado de su ombligo envió a su mujer al otro mundo, vaya uno a saber qué mundo. No fue abusada por su padre ni golpeada por la madre, explotada por su abuelo ni humillada en el colegio. Los únicos recuerdos que nos llegan de ella son de mezquindad para con sus hermanos, de exacerbación del placer en causar discusiones entre sus padres para ser ella la ganadora: Dividir para reinar. Si no existía motivo para que sus padres pelearan, ella inventaba un rumor, que papito querido, te vi con la Rosalba el otro día acá a la vuelta... ¿Qué hacías? Yo no, m'hija, quién es Rosalba? Me pareció que estaban como novios, papito. M'hija, que sería otro. Mamita querida, me pareció escuchar al papi decir qué tetas que tiene la Rosalba... y que usted estaba un poco dejada... pero no estoy muy segura. Ni el padre h...