Karma



Norma y Norman Bates se quedaron cortos en su historia psicótica.

Bajo la apariencia de una pareja feliz, equilibrada y armoniosa, ellos dos, llamémosles David y Lena, brindaban un espectáculo de patetismo tan extremo que al verlos interactuar en público, me hizo sentir habitante de otro planeta. 
O era yo la extraterrestre o lo serían ellos. Lo peor es que no podía comentarlo con nadie porque de un modo u otro, todos estábamos relacionados con esta suerte de pareja. Me acordé entonces del famoso pensamiento de Cortázar sobre el amor que nos parte al medio como un rayo, algo que no puede elegirse sino que sucede inevitablemente: "Los he visto con horror" aludiendo a cómo ciertos hombres eligen a las mujeres para casarse sin amarlas. Sí, el horror del conformismo, de la falta de confianza en que el gran amor llegará--tarde o temprano--y no se busca ni persigue; mucho menos se compra.
Y sí, ésos que eligen son los cobardes, porque los valientes se enamoran y corren riesgos, como el riesgo de pelear, confrontar y no siempre salir ganando. También se corre el riesgo de ser dejado de lado, abandonado cuando uno querría continuar con el otro para siempre, pase lo que pase, a riesgo de que le rompan el corazón. Amar es necesariamente entrar en estado de fragilidad, una fragilidad que se convierte en coraza cuando lejos de amar, el ser humano se prostituye en vano.

Por eso, al observar a esta pareja desde afuera y en particular a él, me pareció que era un hombre inseguro y ella, una mierda. Él sólo pedía un poco de sexo mediocre, respuestas afirmativas a todas sus teorías, pocas palabras de la interlocutora y una conformidad plena ante todas sus ideas. Sólo necesitaba pagar indirectamente por todo ello creyendo que la tipa realmente coincidía con él, y él entonces olvidaba el pequeño detalle del pago que efectuaba sistemáticamente; así, aunque fuera por media hora diaria, olvidaba de que carecía de amor y que tampoco lo daba. En él, primero estaba el deseo y después la dicha, no al revés. 

Bastaba ver la mirada de ella haciéndose la que le interesaba lo que él hablaba cuando a duras penas entendía, mientras su sonrisa estaba estancada en una mueca inerte mostrando sus dientes de caballo que yo le habría roto de una patada porque debo confesar que él me agradaba y me daba pena. 
Habría que haberlo visto a él, actuando como siempre, un personaje armado que no ha hecho más que avejentarlo y hacerlo sentir un pobre hombre.

Él la había elegido porque ella era una mujer más joven, y la idealizó porque las hormonas ejercen ese poder... 
A su lado, con sonrisa de pato soso, estaría ella haciéndose la buena; no siéndolo sino pareciéndolo y él, creyéndolo. En la cama, ella sería útil y fingiría orgasmos que él produciría genuinamente en otro tipo de mujer, no en una aprovechadora disfrazada de enamorada.

Sus urgencias sexuales, su lujuria se encendían porque esa tipa estaba a su lado; de haberla tenido lejos, ni la habría evocado para masturbarse, y ese cuerpo que podría haber sido el de cualquiera, a él le evitaba vivir exclusivamente de la mano que ya empezaba a sufrir de artritis. 
Teniendo a la tilinga al lado, se distraía y olvidaba las faltas cometidas por él hacia otras personas. 
Ella lo besaba como podría besar a cualquier otro que no tuviera mal aliento; le daba lo mismo porque su objetivo era tener un hombre al lado que fuese más fuerte que ella y mejor posicionado en la escala económica.

Él era atractivo, destilaba un aroma agradable entre verbena y camelia. Me da la sensación de que su aliento era alcalino, y entonces, su semen también lo sería. El sexo con él no habría de constituir sacrificio alguno, a menos que ella estuviera enamorada de otro--como me contaron-- o que sus gustos fueran diametralmente opuestos a los míos. 
Me obsesioné con esta pareja porque evidentemente, yo vivía mi propia abulia sexual y necesitaba entender los procederes del prójimo. 

En fin, mirándolo, me di cuenta de que tanta energía puesta en el autoengaño había hecho estragos en él. Era inteligente; no podía vivir toda la vida creyéndose amado por putas necesitadas. Él era políglota, mundano, hábil con la palabra aunque tonto en el amor, muy tonto en la vida amorosa que habría podido ser espléndida al lado de alguna mujer amorosa y sincera.
Qué ganas de gritarle que esa tipa estaba a su lado por interés, pero a la vez, él atraía ese tipo de mujeres para dominarlas y sentirse importante. 
A él le gustaban las aprovechadoras y en su perversión radicaba su karma.

Ella era deleznable, pero él lo era más, porque siendo el más inteligente de los dos, era también el más responsable. 

Así fue que ella, el día menos pensado, lo abandonó, y se fue porque nunca lo había amado y él no era tan agradable en su temperamento como para soportarlo sin amor. Ella se dio a la fuga con el dinero que al tipo le quedaba; se fue con un hombre más joven con quien nunca había cortado lazos, hizo como otras antes... y él, se quedó pensando que todo esto pudo evitarse de no haber espantado de su vida a la única que lo amó sin astucia ni segundas intenciones. Pero esa no le interesaba en lo más mínimo porque justamente no lo necesitaba sino que lo quería. 
Karma. 

Por eso dije al comienzo que Norma y Norman Bates se quedaron cortos en su historia. No hace falta cometer un asesinato o varios para vivir la locura de una gran mentira llena de disfraces y cartón pintado. La psicosis de este hombre lo llevó a ser perdedor cuando vino con todos los atributos de ganador a este mundo.



Ilustro con un dibujo realizado por mí. Amor cerúleo. 

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