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Mimì cantante

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Mimì tenía la suerte de poseer una voz privilegiada, de gran caudal, timbre bello y agilidad para pasar de una nota grave a una aguda sin cambiar el color, y viceversa. Esa voz preciosa y aterciopelada, combinada con una técnica vocal bien resuelta, había hecho que Lucía Della Valle fuera una mujer muy atractiva, amén de que lo era aún estando callada. Así cruzó caminos con el innombrable, un tenor con el que compartió varias producciones en el Colón, La Plata y Montevideo. Él la persiguió diciéndole que nunca había sentido por ninguna fémina lo que por ella,  que por fin conocía el amor, bla bla bla, y empezó a acosarla por teléfono, en persona y telepáticamente. Se le aparecía en todas partes y le escribía cosas todo el día, la llamaba diez veces al teléfono de su casa y dejaba mensajes babosos en el contestador, además de incluir algún mensaje cantado, lo cual es ya bastante deprimente, al menos para gente como yo y como era ella antes de sucumbir ante este sátrapa. T...

Mimì

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Sì, mi chiamano Mimì... ma il mio nome è Lucìa ... cantaba mientras hacía un leve espumaraje con un pedacito de jabón blanco, y daba algo de dignidad a sus dos bombachas, un corpiño de algodón blanco y unas medias de abrigo, todo en el lavabo ínfimo de su celda que por suerte, tenía ese artefacto cuyo suministro de agua era algo escaso y sólo a determinadas horas. Ella, que se llamaba Lucía, se hacía decir Mimì por la de la ópera La bohème . Sus compañeras de cárcel no sabían ni qué era la ópera, pero el Mimì de Lucía les pareció bien para nombrar a quien respetaban, pese a la pequeñez de su contextura y a la parquedad de su carácter. Ya sé, o mejor dicho, presumo, por qué cada vez que las reclusas armaban una trifulca o decidían golpear a alguna, nunca elegían a Mimì como objetivo; es que ella no le tenía miedo a nada y cuando uno no teme, el otro lo olfatea, así mismo como se puede oler el miedo ajeno. Atacar a Mimì verbal o físicamente habría sido como arrojar arvejas con...