Mimì




Sì, mi chiamano Mimì... ma il mio nome è Lucìa... cantaba mientras hacía un leve espumaraje con un pedacito de jabón blanco, y daba algo de dignidad a sus dos bombachas, un corpiño de algodón blanco y unas medias de abrigo, todo en el lavabo ínfimo de su celda que por suerte, tenía ese artefacto cuyo suministro de agua era algo escaso y sólo a determinadas horas.

Ella, que se llamaba Lucía, se hacía decir Mimì por la de la ópera La bohème. Sus compañeras de cárcel no sabían ni qué era la ópera, pero el Mimì de Lucía les pareció bien para nombrar a quien respetaban, pese a la pequeñez de su contextura y a la parquedad de su carácter. Ya sé, o mejor dicho, presumo, por qué cada vez que las reclusas armaban una trifulca o decidían golpear a alguna, nunca elegían a Mimì como objetivo; es que ella no le tenía miedo a nada y cuando uno no teme, el otro lo olfatea, así mismo como se puede oler el miedo ajeno. Atacar a Mimì verbal o físicamente habría sido como arrojar arvejas contra la pared; a ella le resbalaría por completo. Por un lado, naturalmente era indiferente a los sentimientos de los imbéciles; por otro lado, y aunque nadie lo supiera en la prisión, ya que de ser así, habrían hecho algún experimento con ella, Mimì tenía un umbral de dolor inexistente. Era incapaz de sentir dolor físico, y guardó su secreto para ser la más fuerte en la catedral tumbera para evitar que quisieran prenderla fuego y no darse cuenta, sino hasta que su carne irradiara el sonido chirriante de la fritura y el hedor pringoso de chicharrón humano.

Por no tener miedo era que las moles que cohabitaban el lugar poco amigable, no se metían con la Finoli, como la llamaban a sus espaldas. Hasta llegaban a sentir pánico al pasar Mimì delante de ellas. La seguridad con la que caminaba y cómo les sostenía la mirada mientras canturreaba algunas arias de ópera, hacía detener cualquier intención aviesa que hubiera empezado a nacer en las reas, quienes sabían además, la razón por la cual ella tenía cadena perpetua sin derecho a libertad condicional…


Comentarios

Aronson ha dicho que…
Me gustó Mimí. ¿Sigue? ¿Cómo sigue?
Jerónimo ha dicho que…
Esta Mimi es una mujer misteriosa. Aunque se llame Lucía, le gusta ser la heroína de La bohème frente a un enjambre de reas quienes no tienen la menor idea que es La bohéme (quizás si ella se hubiera llamado Lulu o Judith, las reas hubieran podido identificarla mejor, por ser Alban Berg y Béla Bartók compositores más afines a ellas y más estudiadas en las cárceles actuales que Puccini). Además no se sabe qué crímenes habrá cometido esta Lucía: perpetua sin derecho a libertad condiconal? Pienso que a lo mejor era la amante del Duque Barba Azul y cuando descubría a las mujeres detrás de las puertas que él mataba, el muy deagraciado la culpó a ella de los asesinatos. Así que le llegó la perpetua, el Duque tenía mejores abogados que ella y encima el juez tenía también una barba canosa teñida de tono azulado, como las señoras viejas de antes. Qué chance tenía entonces esa pobre Lucía, pero en realidad Judith no más? En su tristeza por la perfidia de su amante prefiere personificar a una mujer de vida ligera. Es cierto, ella muere muy enferma, pero acompañada de su amor, no empujada a una suerte perra. Así que la Lucía-Judith-Mimi en el fondo es una sentimental incorregible.
Besos
Jerónimo
Raquel Barbieri ha dicho que…
Gi,

No sé qué decirte porque el motivo por el cual está con cadena perpetua es muy espantoso... no sé si me atrevo a continuar.

Gracias y beso :)

...

Jero,

Vos sos demasiado sofisticado... no creo que haya demasiadas reas que conozcan Béla Bartók ni Alban Berg; es más, en ese caso, las presas podrían ser una banda de cantantes que reproducen puestas en escena dentro de las cárceles, como un juego de roles macabro y nada virtual.
(Hablando de todo un poco, cuando era chica, tuve una vecina con el pelo blanco teñido de azulado y me parecía que no era humana).

Besos :)

PD: Acabo de descubrir que te debo un comentario de hace mil, en un cuento de hace meses. Disculpame.
Domani risponderò.

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