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Mostrando las entradas etiquetadas como noche

La reflexiva

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No quiero decir su nombre. No sea cosa que esté leyéndome o que vaya a leerme más tarde, o algún día de éstos, y tome a mal lo que pretende ser todo lo contrario, o si no lo contrario, al menos no tiene intención alguna de referirse a ella en el mal sentido.  Es que en algún punto, la admiro porque sus cualidades no son las mías. Es una linda mujer, más que linda y ni siquiera es consciente de eso, ni le importa coquetear o exaltar sus virtudes de mujer atractiva porque se alimenta de otros nutrientes que nada tienen que ver con la vanidad.  Será por eso que la admiro. Siento tanto respeto por esa mujer que modestamente avanza por la calle sin pavonearse ni tampoco esconderse, ya que no siente vergüenza alguna ni necesidad de llamar la atención. Lo que me lleva a observarla, a analizarla, es que la veo ambigua; a la vez que rinde culto a la espontaneidad, cae en la contradicción de ser demasiado reflexiva.  ¿Cómo puede alguien ser espontáneo y en demasía reflexivo?...

Hija de la luna

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La Luna, bella y mágica, creadora de una realidad deformada. Nada es exactamente lo que parece bajo su influjo. Así pensaba ella y sólo podía amarlo bajo la luz lunar porque cuando se camina bajo la luna, es fácil imaginarse rodeado de toda clase de fantasmas, y él era algo espectral, un generador de energía vital sexual que más que pasión se convertía en un grito de la selva, una pulsión adictiva, una necesidad como el mero respirar; él, con sus ojos profundos y sus rasgos bien marcados que ella adoraba, siempre y cuando la noche se cerniera sobre ellos, sólo la luna lo iluminara y ella se fugara antes del amanecer para no verlo tal cual era… Tomé la foto con mi teléfono en Villa Gesell

Edna

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Edna planeaba todas las noches lo que haría al día siguiente, pero al despertar, sentía un dolor en el estómago, que más que dolor era una molestia, un nervio vivo, como un ser moviéndose desde el abdomen superior hacia el pecho, provocando espasmos y la necesidad de cerrar los puños, hasta sin darse cuenta clavarse las uñas y lastimar sus preciosas manos que alguna vez tocaron el violín.  Qué lindas manos, suaves, delgadas y sin irregularidades en los nudillos... las manos de Edna. Se dormía tarde y casi sin sueño, con resignación y pastillas que la ayudaban a pasar de un estado de vigilia algo tormentoso, a una vida onírica aún peor, en donde siempre deambulaba desnuda, con ganas de hacer pis, sentada en un excusado con paredes transparentes alrededor, situado siempre en medio de la calle o de una plaza, generalmente sobre la Avenida Luis María Campos, y otras veces en Rivadavia y José María Moreno. Así nunca le salía el pis y su vejiga ardía intensamente.  E...

Fanny

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Fanny nació de noche y siendo hija de la noche, se acostumbró a no tener miedo de nada. Su madre la amamantó durante un corto lapso de tiempo y su padre, la distinguió por sobre sus hermanos. No pudo evitarlo. En él podía el instinto y no la razón. Había algo interno que hacía que su predilección por Fanny fuera indisimulable. Es que ella fue tan valiente desde el día que nació, que sólo por eso ya era una gema preciosa. Esa noche de su nacimiento, no respiraba al principio y se veía flaquita, como una muestra gratis y no como un original. Sin embargo, fue fuerte y sobrevivió. Al principio parecía una lauchita, pero acorde el tiempo fue pasando, resultó ser bonita y vigorosa, siempre algo solitaria, pero sociable cuando había que serlo. Le gustaba ser acariciada y devolver el afecto de igual modo.  Un día, su padre murió en una pelea callejera y su madre, decidió llevar a cabo la vida de manera independiente de sus hijos. Se encontró otro macho o el macho la encontró a ella...

Santa

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Santa nació en un pueblo de Calabria, acostumbrada a que la mafia fuera parte de su cotidianidad... precisamente esa mafia que supera a cualquier otra en poder y estrategia. Proveniente de una ex familia acaudalada y educada originaria del Reggio di Calabria, Santa era propriamente una regina, una mujer con rasgos faciales de la realeza; nariz, frente y labios principescos, portadora de uno de esos rostros esculpidos en mármol de Carrara y exhibidos en los museos más selectos. En la intimidad, la llamaban Santina. En la escuela, sus compañeras la habían llamado Tina, Ina, Tuzza, pero ella no llamaba a nadie porque hablaba poco, raro en una italiana, pensarán algunos; sin embargo, les diré que no es raro en una sureña. Santa poseía la sabiduría ancestral que se transmite a veces sin palabras, esa riqueza álmica que hace a las personas más fuertes y no por eso más duras... Santa, Santina, Santuzza... ¿De qué estás hecha, querida? Su cultura era vasta y no por herencia sino por gusto...