Santa

Santa nació en un pueblo de Calabria, acostumbrada a que la mafia fuera parte de su cotidianidad... precisamente esa mafia que supera a cualquier otra en poder y estrategia.
Proveniente de una ex familia acaudalada y educada originaria del Reggio di Calabria, Santa era propriamente una regina, una mujer con rasgos faciales de la realeza; nariz, frente y labios principescos, portadora de uno de esos rostros esculpidos en mármol de Carrara y exhibidos en los museos más selectos.
En la intimidad, la llamaban Santina. En la escuela, sus compañeras la habían llamado Tina, Ina, Tuzza, pero ella no llamaba a nadie porque hablaba poco, raro en una italiana, pensarán algunos; sin embargo, les diré que no es raro en una sureña. Santa poseía la sabiduría ancestral que se transmite a veces sin palabras, esa riqueza álmica que hace a las personas más fuertes y no por eso más duras... Santa, Santina, Santuzza... ¿De qué estás hecha, querida? Su cultura era vasta y no por herencia sino por gusto. Devoraba libros que no compartía con nadie de su entorno. Hacían los pedidos a Roma y Bologna, a París y a Madrid, y desde allí recibía el aire renovado de las letras clásicas y modernas.
Su padre y hermano pertenecían a la mafia; tomaban campos privados y allí metían gente mal aspectada de prepo, para que los propietarios ni se acercaran, presas del miedo. Al menor intento de tomar posesión de sus bienes, la cabeza del pobre infeliz dueño de las tierras lindantes con il mare Ionio, aparecía en una caja con un moño de regalo en casa de sus parientes más cercanos, casi siempre con la inscripción: "Prendete la testa di questo traditore passato tra le dita dell carnefice"*
Por eso, muchos preferían donar silenciosamente sus tierras, a la también silenciosa mafia que poco a poco se adueñaba de una porción de Italia de tierras fértiles desembocantes en il mare azzurro e profondo, profondo come il pensiero di Santa.
Un día, la joven supo de una reunión a la que ninguno faltaría: Desde el jefe de todas las familias, hasta el más perejil de los miembros de la mafia, nadie dejaría de estar.
Dopo troppo, pensó.
Sabiéndola la más santa del pueblo, cualquiera dejaba pasar a Santina a todas partes; así entró con su canastita a la iglesia románica en donde se reunirían a las ocho de la noche, y el cura, por supuesto dormía la siesta.
Non c'è nessuno qui.
Santa se santiguó. Ubicó la dinamita detrás de la estatua de la Madonna en la escena de la pietà, con il Gesùcristo yaciente.
La dinamita vivía en una suerte de túnel secreto, seco y aireado que comunicaba las casas de varios capos, en caso de tener que huir. Como nadie miraba qué hacían las mujeres y mucho menos qué hacía Santa, los hombres dejaron escapar palabras claves en más de una ocasión. No hay nada peor que considerar al silencioso una pared en vez de persona.
No existe crimen perfecto, o sí, quizás sí... el de Santa, que a poco de entrar su padre, hermano y demás miembros de tan digno grupo, detonó la bomba que hizo estallar aquella iglesia de estilo románico en que la Madonna sostenía al Cristo jadeante.


* Tomen la cabeza de este traidor pasado por los dedos del verdugo (frase mía)

Imagen: Porción de uno de los cuadros pintados por mí sobre El holandés errante.
Técnica: Papel Canson, acuarela y tintas.

Comentarios

andrés ha dicho que…
Que buena historia y la pintura muy expresiva... Me gustó tu forma de escribir...

saludos

andrés
Isabel chiara ha dicho que…
No esperaba menos de la Santa, y del sur, calladita de puertas afuera y con una bomba por dentro. Es muy buena la historia, con tu permiso, me encantó que mandara al carajo a todos los pater nostrum. Supongo que caería también la pietà. Pero del estropicio no tiene la culpa Santa, más bien el párroco suavón de vista gorda. Él responderá de los daños ante el altísimo.

El cuadro es genial, con esos violetas y amarillos tan inquietantes.

Besotes a ambas, y a Santa enhorabuena.
Raquel Barbieri ha dicho que…
Andrés,

Muchas gracias por leer la historia de Santa y apreciar también mi cuadro.

Ya pasaré por tu espacio.
Eres bienvenido,
Saludos :)

...

Isabella,

También estalló la pietà, y según interprete cada lector... la misma Santa se inmoló... o salió indemne. De lo que sí estaba segura era de que así no podía continuar.

Ahhh... los párrocos de vista gorda. Tal vez era algún primo del padre Benito.

Gracias y besotes
(la chiquita está dormida)
Raquel Barbieri ha dicho que…
Isabella,

Olvidé agradecerte: Me alegra que te gustara la fusión de los violetas con el amarillo.
Los violetas son tintas y el amarillo, acuarela.
Gi ha dicho que…
Me encantó la historia, me gustó muchísimo tu cuadro y me fascina el italiano (el idioma, malapensatta)
Santa me recordó a las heroínas bíblicas que, amparadas en su supuesta condición inferior femenina, han perpetrado estos actos de salvación propias y ajenas
Besos
Raquel Barbieri ha dicho que…
Gi,

Gracias, querida... me halaga que te gustaran el cuento y el cuadro (y el italiano, sea el idioma... o un chabón llamado Alessandro, Gian-Carlo, Pier-Paolo, Flavio, Matteo, Franco, Stefano, Michele, Giovanni-Battista, eccèttera).
Why not?

Me encantó tu asociación con las heroínas bíblicas.

Besos :)
Jeróniimo ha dicho que…
Qué fastidio! Te envié un comentario hace unos días y en alguna forma se borró, no llegó a publicarse, quizás la dinamita de Santuzza también se lo llevó y esapció con los restos de la familia mafiosa. Hoy los fanáticos religiosos musulmanes se inmolan con la promesa del paraíso, pero matando a gente inocente y al azar. Lo mismo hicieron los pilotos kamikaze japonese en la segunda guerra mundial. En cambio el sacrifico de Santa es más noble: ella se muere (tu cuento no lo dice, pero se infiere), pero lleva consigo a todos los criminales mafiosos y cumple su cometido en la vida. Quién habrá heredado sus libros en un pueblo rural de gente seguramente chata y sometida a la mafia? Es para otro cuento. Por ej.: hay una maestrita humilde en el pueblo, llamada Giacoma, con ganas de enseñar y con estos libros empieza a inculcar la cultura a sus alumnitos. El espíritu de Santa sobrevive en estos chicos y la biblioteca del pueblo se llamará Santa Santuzzina!
Besos
Jerónimo
Raquel Barbieri ha dicho que…
Jerónimo,

La dinamita de Santuzza arrasó con todo, menos con los pelos de Renata que tengo que barrer a cada rato.

Me gusta pensar que sus libros quedaron en buenas manos, tal y como lo imaginaste. Su amor por la cultura no podía morir allí.

Besos

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