Engracia

La puerta de la casa de Engracia era angosta y corta, como su precaria inteligencia; también era de una belleza discreta, como ella y medio antigua, como su nombre. Ella combinaba perfectamente entonces con su puerta y la puerta, con la dueña de casa.
Y precisamente la estrechez de su puertita la hacía parecer de cuento de hadas, de historias de pasteles horneados esperando a una alegre familia reunida en derredor de una mesa limpia de madera de quebracho colorado, con terminación rústica... con la rusticidad misma que vivía en la cabecita de la buena Engracia.
Nunca entendió el fastidio de sus vecinos al no barrer las hojas que caían todos los otoños creando un tapiz inigualable. También les molestaba que no quitara las matitas asomadas por entre los peldaños pétreos que conducían a la puerta transportadora al mundo mágico de su dueña.
Ellos veían desprolijidad en donde Engracia sólo veía arte; criticaban lo que ella disfrutaba y ella, sencillamente estaba habituada a vivir en el duro mundo en donde se barren las hojas que adornan con sus colores de otoño las calles y los jardines, convirtiendo un bloque triste en algo colorido y vivo, mientras los mismos que barren compulsivamente las hojas y las queman, arrojan basura en donde no habría que hacerlo.
En fin, Engracia vivía en su guarida perfecta, en estado de gracia, y desde allí timoneaba el barco del delirio que la mantenía viva y feliz, y por las tardes se disfrazaba con trajes que habían sido de su abuela, se maquillaba como una actriz de los años veinte y escuchaba sus músicas predilectas, canturreando dentro de su retraso mental, con la destreza y estilo de una persona más sofisticada intelectualmente. Milagro quizás.
Librada a la buena de Dios, Engracia vivía sola y hablaba consigo misma, o con pájaros, mariposas y hasta con las plantas que brotaban mágicamente en su escueto jardín, y también con aquellas hojas amadas, que eran las mismas que los demás despreciaban.


Comentarios

Juan Pablo ha dicho que…
Casa de por medio a la mía vive una Engracia. Igualita.
Pobre... me dá una cosa...
Como cuando leí el cuentito.

Buen trabajo Réiql.


By the way, estás preparando alguna opus?

Besotes!!
Isabel chiara ha dicho que…
Los enanos mentales siempre encuentran la excusa en la puerta de enfrente. Engracia no sería muy lista según los cánones convencionales que nos dictan normas, reglas, obligaciones y quehaceres sin discreción, pero ella sabía de la belleza de las cosas, de su asimilación con la naturaleza, del respeto a los caprichos del tiempo y del viento, y lejos de entrar a formar parte del rebaño social vivía su libertad en connivencia con el planeta. No me importaría a mí ser tan precaria como Engracia. Y el nombre es precioso.

Besotes due

(te mandé mail hoy pero algo raro pasa con mi correo, no hay constancia de nada, no sé si te llegó)

(hoy coutrogi, parece nombre de rana)
Raquel Barbieri ha dicho que…
Jean-Paul,

Siempre hay una Engracia entre nosotros. Son realidades paralelas y algunas personas las toman de chivo expiatorio porque no tienen las pelotas como para reaccionar con quien realmente deberían.

Gracias y besos

PD: En breve me voy de viaje. Quando ritorne in patria, vedremo si c'è un'opera per me qui.

...

Isabella,

¿Sabes? A mí tampoco me molestaría ser tan precaria como Engracia Coutrogi. Seguramente ella ve el mundo con ojos más amables, y no se da cuenta de los que le barren sus amadas hojas y se conforman de sus propias mierdas enfocando hacia ella.
A mí también me gustó el nombre porque pensé: En Gracia (algo la protege)

Querida, no recibí mail tuyo hoy. Sí recibí el de ayer que respondí ipso facto.
Reenvíamelo, por favor.

Besotes
Gi ha dicho que…
Cuando me vuelva vieja y me convierta en una Engracia, ojalá alguien escriba algo tan lindo inspirado en mi.

A propósito: el otro día vino una vecina de esas como las que tu Engracia tiene, a ofrecerme prestada la bordeadora (debe ser por el metro y medio del "césped" del cantero de la vereda de casa). "Tengo bordeadora", le dije, "lo que no tengo es tiempo". No hay caso, la gente no entiende...
Raquel Barbieri ha dicho que…
Laluz,

Cuando seas vieja, no creo que te conviertas en una Engracia. Si así fuera, serás mi amiga siempre y te escribiré una historia.

Por ahí, si le das 5 pesos a tu vecina, te corta el pastito.
A menudo, hay que contestar cosas absurdas a la gente para que entienda.

Yo te entiendo :)
Jerónimo ha dicho que…
Qué historia tan tierna la de Engracia. Ella vio la shokas de diferentes colores otoñales como adorno de su entrada. Y acaso los árboles en otoño, con colores amarillos, anaranjados y rojos no son un espectáculo magnífico?. Engracia transportó este espectáculo al entorno de su puerta y creó una forma sencilla y personal de arte. Cuánto mejor es esto que quemar las hojas, una forma brutal de ensuciar el aire, de contaminar con dióxido de carbono que disminuye la capa de ozono.
Te envío un beso
Jerónimo
Raquel Barbieri ha dicho que…
Jerónimo,

Qué bueno que interpretaras exactamente lo que quise contar, de ese espectáculo magnífico de los colores del otoño que no tantos aprecian y muchos convierten en dióxido de carbono.

Menos mal que Engracia es feliz con sus hojas.

Yo también te envío un beso :)

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