Sola

Vivió en la calle desde que tenía cuatro años, edad en que su padre fue pisado por un tren al caerse del mismo cuando volvía cansado y dormido del trabajo, sentado en los malditos escalones que uno ocupa cuando muy lejos de haber un asiento libre dentro, la gente parada viaja como sardinas sin aceite. Y él necesitaba sentarse y respirar aire puro, no el tufo de los demás; él necesitaba oxígeno. Ella pensaba en el regreso de su viejo que le traía algún caramelo, cuando su querido viejo murió joven, con la piel curtida por el viento y el sol, con las manos cuarteadas del albañil que siempre lo ha sido y que siempre lo será hasta que lo pise el mismo tren que lo lleva al hogar, arrastrándolo cincuenta metros por quedar enganchado el bolso cruzado en un fierro maldito. Y la madre, linda mujer, de esas inmigrantes de Europa del Este; no estoy segura si de Ucrania o de Lituania, con esos pómulos eslavos y esa mansedumbre eslava que aguanta todo quedamente. Esa madre quedó ausent...