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Mostrando entradas de febrero, 2011

Quintaesencia

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Ella era fácil porque era leal y eso parece no seducir a casi nadie. Como era fácil, se tornaba difícil o imposible ante cierta gente que acostumbrada a las mezquindades y la liviandad imperante en la mayoría, se asusta cuando alguien de alma generosa se entrega para ser feliz, sin hacer cálculos, fluyendo para sentirse pleno; en este caso, plena. Ella se sentía llena de gracia, plena, rebosante, infatigable, sedienta de travesuras inocentes, ávida de historias por escribir, curiosa, redimida, redentora, valiente, arriesgada, Mimì, Tosca, Butterfly, Musetta, Isolda, Senta, además de otras. Y paralelamente con todas las cosas buenas, también era demasiado confiada, vulnerable, explosiva y celosa sin motivos; una celosa por las dudas , por si acaso. Ella necesitaba abrir el paraguas antes de que lloviera, y sí…abría paraguas y sombrillas aún cuando todo estaba bien, calmo, y con eso provocaba lloviznas, lluvias copiosas, granizos, tempestades, huracanes que arrasaban con todo lo

Venérea

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Simón T. había concebido a su hija teniendo sífilis. Él no había contado nada porque el egoísmo era mayor que el amor que sintiera por su mujer. Rita, por su parte, según sus cálculos, había quedado embarazada del sodero, con quien tuvo una aventura fugaz, pero como Simón T. era tan severo y categórico, ella pensó que si le contaba la verdad, él la mataría sin piedad con un cuchillo Tramontina, y la verdad es que ella no tenía intención alguna de fugarse con el muchacho que repartía la soda, y menos aún ganas de morir tajeada. Entonces empezó la escalada inevitable: Simón vivía nervioso pensando en la sífilis que haría estragos en el embarazo de Rita, y Rita, miraba a Simón con cara de culpa porque el hijo que llevaba en el vientre no tenía ni un gen de su marido. La preocupación creciente de Simón fue minando sus ganas de comer, por lo que adelgazó diez kilos, y con el tema recurrente hirviéndole el seso, veía los subtítulos de las películas sin leerlos porque las palabras p

Eleuteria

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Eleuteria Yakamoto Leguizamón era hija de una campesina entrerriana y de un japonés que yendo a Chile, se bajó en Ezeiza por equivocación. Hasta después de tres años, el nipón no se dio cuenta de su equívoco. Pero un día, una persona compasiva le dio la información correcta y el pobre Hiroshi Yakamoto Taylor (la madre era inglesa) se desmayó en plena calle Florida. En ese instante entendió por qué nadie había ido a esperarlo tres años antes al aeropuerto, por qué nada se parecía a lo que le habían dicho, y por qué ninguna persona decía tener un pololo o una polola. Ya era tarde para Hiroshi Yakamoto Taylor. Estaba encariñado con estas tierras, de manera que decidió quedarse en la Argentina e iniciar una nueva vida, esta vez sabiendo en qué país habitaba. Consiguió trabajo en una fábrica situada en Villa Lynch, en donde se hacían las versiones truchas de los tanques de gas para los coches. Un día, lo mandaron en un camioncito a Nogoyá, Gualeguay, Villaguay, Victoria y