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Mostrando las entradas etiquetadas como sueños

Raquel en Québec (crónicas de Québec)

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Años después de haber visto en sueños o como en sueños este lugar, logré llegar en cuerpo y alma de la mano de un gran amor que precisamente nació en estas tierras gélidas y hermosas, de una naturaleza primigenia y arquitectura generosa, de un clima que produce en sus nativos una suerte de bipolaridad emocional y un pragmatismo que me es ajeno. Mi mejor viaje, mi ciudad en el mundo, el sitio en donde arrojé monedas para poder regresar porque existe algo que proviene de vidas pasadas. Yo nací en Québec , no sé cuándo ni cuántas veces, ni siquiera sé si lo he hecho como mujer o como hombre, pero es mi tierra ancestral, y Venecia es la otra parte que me completa.  Y el amor que allí me condujo sin saber de mis vidas pasadas ni de las de él mismo, también fue quien de mi mano viajó a Venecia en donde hemos tenido una vida anterior. Ambos vestíamos atuendos del carnaval y tras las máscaras nos reconocimos.  En Québec, tal reconocimiento fue en el Vieux-Port, lugar en d...

Georgia on my mind

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Él escucha Georgia on my mind y deja de oír los gritos pelados de las dominicanas de Washington Heights llamando a los niños, contándose cosas unas a otras, peleando con los maridos en un volumen ensordecedor para quien no está acostumbrado, y molesto aún para el acostumbrado, a menos que se provenga de una familia de gritones que no es el caso de Germán.  Él se sienta en el alféizar de su ventana sobre la St Nicholas Avenue, enciende un cigarrillo, sólo uno al día para el momento elegido, y levanta la vista más allá, por encima de los negocios de la 181 y Broadway; entonces ve el cielo y en él, el infinito. Ese cielo que pareciendo una escenografía para una ópera de Wagner, cubre un caserío desprolijo de calles bastante sucias contrastantes con la parte superior de la obra divina. Esto convierte al panorama en un cuadro pintado por dos artistas distintos; por un lado, el que ha creado ese cielo perfecto en forma de tondo y por el otro, lo profano traducido en construccio...

La reflexiva

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No quiero decir su nombre. No sea cosa que esté leyéndome o que vaya a leerme más tarde, o algún día de éstos, y tome a mal lo que pretende ser todo lo contrario, o si no lo contrario, al menos no tiene intención alguna de referirse a ella en el mal sentido.  Es que en algún punto, la admiro porque sus cualidades no son las mías. Es una linda mujer, más que linda y ni siquiera es consciente de eso, ni le importa coquetear o exaltar sus virtudes de mujer atractiva porque se alimenta de otros nutrientes que nada tienen que ver con la vanidad.  Será por eso que la admiro. Siento tanto respeto por esa mujer que modestamente avanza por la calle sin pavonearse ni tampoco esconderse, ya que no siente vergüenza alguna ni necesidad de llamar la atención. Lo que me lleva a observarla, a analizarla, es que la veo ambigua; a la vez que rinde culto a la espontaneidad, cae en la contradicción de ser demasiado reflexiva.  ¿Cómo puede alguien ser espontáneo y en demasía reflexivo?...

Zoila

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Zoila se levanta a las cinco, entra al baño y par ada sobre una palangana enlozada,  se hace sus abluciones matutinas con una toallita áspera empapada en agua tibia tirando a calentita, previo enjabonamiento cuidadoso y metódico de su cuerpo entero, como en un ritual.  A su lado tiene dos jarras de agua para enjuagarse y una toalla blanca prístina. Así, la sirvienta se dispone a comenzar su día estando limpia y lozana; son para esto las cinco y media, y a esa hora ya está vestida con su uniforme azul lavanda, delantal gris y zapatillas blancas inmaculadas. Se ha peinado con un rodete prolijo y tirante que oculta su hermosa cabellera rojiza que ya deja ver alguna cana o dos, quizás tres pero no más. De su piel y su pelo irradia el aroma a limpio del jabón de lavanda. Ella tiene el olor de la ropa recién planchada y parece recortada de un catálogo. Zoila cumple. Habla y come poco, lee, no roba, ni piensa siquiera en tomar lo ajeno. Sólo vive para cumplir con su ...

Roxana Greco

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Roxana levantaba su pelo ensortijado, se colocaba una hebilla mecánicamente, señal de estoyenmicasaynecesitoponermecómoda , y se disponía a planchar una pila descomunal de ropa tras habérsele frustrado un paseo anhelado, aunque no fuese la culpa de nadie más que del destino que prefirió dejarla una vez más acicalada, para terminar haciendo las compras en el supermercado. Fue entonces el turno de las compras y de la plancha; contra la suerte no se puede, no hay caso. Cuando el pobre se divierte, blablabla... dice el refrán... blabla... si pusiera un circo, me crecerían los enanos , blablabla, pensaba Roxana Greco pasando la plancha al compás de la música y absorbiendo el aroma delicioso del calor mezclado con el enjuague para la ropa... un aroma de fresias y jazmines, sutil, fragancia a limpieza, a relax. Roció con un poco de esencia de bambú antes de guardar su columna policromática de ropa de cama, toallas, camisetas, camisones y medias. Se oía de fondo la música elegida, en este ...

Enikö

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Ella se llama Enikö, el nombre femenino en húngaro que más me gusta, con el que llamaría a una hija mía que llevara apellido de ese origen. Entonces, contaré que Enikö sueña con paseos y viajes, pero no con paseos tontos caprichosos o viajes imposibles, sino con algo más sencillo y tal vez por eso, más difícil: Sueños compartidos. Hasta hace un corto tiempo, ella se acostaba cada noche pensando en un paseo particular que quería dar con Károly, su amante, un hombre muy ocupado y aunque con capacidad de disfrutar, siempre demasiado pendiente de la hora y de cómo maximizar el uso del día. En el sueño recurrente, él la tomaba fuertemente de la mano, como las madres llevan a sus niños para que no se les pierdan en medio del gentío, con ese temor de que al soltar, aquella manita ya no pueda ser más asible, nunca pero nunca más en esta vida, como si al desprenderse, se desconectara la energía de vida de ambas personas. Károly sujetaba tan fuertemente a Enikö, que con esa acción parecía q...