Roxana Greco

Roxana levantaba su pelo ensortijado, se colocaba una hebilla mecánicamente, señal de estoyenmicasaynecesitoponermecómoda, y se disponía a planchar una pila descomunal de ropa tras habérsele frustrado un paseo anhelado, aunque no fuese la culpa de nadie más que del destino que prefirió dejarla una vez más acicalada, para terminar haciendo las compras en el supermercado. Fue entonces el turno de las compras y de la plancha; contra la suerte no se puede, no hay caso. Cuando el pobre se divierte, blablabla... dice el refrán... blabla... si pusiera un circo, me crecerían los enanos, blablabla, pensaba Roxana Greco pasando la plancha al compás de la música y absorbiendo el aroma delicioso del calor mezclado con el enjuague para la ropa... un aroma de fresias y jazmines, sutil, fragancia a limpieza, a relax. Roció con un poco de esencia de bambú antes de guardar su columna policromática de ropa de cama, toallas, camisetas, camisones y medias. Se oía de fondo la música elegida, en este caso Philip Glass, The hours; se cambió los pantalones por unos shorts veraniegos, le puso agua fresca al perro y agradeció no sentir dolor físico. Digo que se oía la música y no que se escuchaba, porque Roxana tenía la mente ya en otro sitio, en un lugar soñado.
El día estaba lindo, la temperatura agradable para sus plantas, para su termostato personal y para dejar la pequeña casa abierta de par en par a los efectos de ventilarla, quizás, con la esperanza de salir volando como Dorothy de Kansas en la casita del Mago de Oz, aún con tornado y todo.
Roxana usaba las uñas largas, raro en un ama de casa; poco habitual es que le duraran así de incólumes con tanto ajetreo, pero en ella, en su vida, no se daba jamás lo más convencional, aunque simplemente se tratara de uñas. Así como el pelo, éstas le crecían como las alubias maravillosas del cuento de Periquillo, y ella cortaba aquí y allá cuando le venía en gana, jugando con las formas como realizando una escultura, al igual que hacía con sus plantas.
Una vez más, pensó en ese hotel en las afueras de Budapest y sonrió, y su mirada se llenó de luz, juntamente con su alma.
Comentarios
Jerónimo
Aquí podés volver cuando quieras; siempre hay relatos.
Gracias y un cariño para vos también :)
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Gi,
¿De qué se acuerda... o que está por hacer?
Beso :)
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Jerôme,
La casa espectacular de la fotografía no es sino el Hotel UHU de Budapest, que queda en un sitio donde hay mucho verde.
Obvio que la casa de Rossana no tiene tales dimensiones; es más bien microscópica en comparación con la de la foto.
Dejame decirte que hacer las cosas de la casa con música de Mozart es más de ama de casa tradicional que quiere levantarse el ánimo.
Philip Glass es para gente más complicada que mientras limpia o plancha, explora sus sentimientos y analiza los pasos a seguir. Es como un mantra... el minimalismo sirve para meditar también.
Beso :)
PD: No te imagino planchando ni por las tapas.
Jerónimo.
Me venía venir el retrucanding, pero imaginé que en vez de un escueto pañuelito, te atreverías mínimamente con un mantel...
Si querés llegar a la coronación del faraón, venite a casa y te proporciono material para planchar.
¡No desistas!
:)
Es un precioso relato, Raquel.
Besos fuertes