Entradas

Mostrando entradas de julio, 2011

Mimì cantante

Imagen
Mimì tenía la suerte de poseer una voz privilegiada, de gran caudal, timbre bello y agilidad para pasar de una nota grave a una aguda sin cambiar el color, y viceversa. Esa voz preciosa y aterciopelada, combinada con una técnica vocal bien resuelta, había hecho que Lucía Della Valle fuera una mujer muy atractiva, amén de que lo era aún estando callada. Así cruzó caminos con el innombrable, un tenor con el que compartió varias producciones en el Colón, La Plata y Montevideo. Él la persiguió diciéndole que nunca había sentido por ninguna fémina lo que por ella,  que por fin conocía el amor, bla bla bla, y empezó a acosarla por teléfono, en persona y telepáticamente. Se le aparecía en todas partes y le escribía cosas todo el día, la llamaba diez veces al teléfono de su casa y dejaba mensajes babosos en el contestador, además de incluir algún mensaje cantado, lo cual es ya bastante deprimente, al menos para gente como yo y como era ella antes de sucumbir ante este sátrapa. Todav

Mimì antes

Imagen
Lucía Della Valle, alias Mimì como la de la ópera, antes de su cadena perpetua sin derecho a libertad condicional a la que fuera condenada por un crimen que sí cometió y del cual nunca se arrepintió, era una mujer fina, bastante narcisista, debido en parte a su profesión de cantante lírica, aunque generosa y compasiva con aquéllos a los que ella creía merecedores de tales virtudes.  Su amor era total, así como su odio; en ella, las medias tintas no tenían cabida. Su fineza le era tan propia que nunca la abandonó, ni aún en los ratos más oscuros de la cárcel maloliente y llena de minas gritonas, de una asquerosa ordinariez, animalitos de Dios, o animalitos a secas, porque los animales son divinos y estas mujeres son como para echarles insecticida, pesticida, o para ponerles cicuta o cianuro en la colación de la mañana. No, no hay que perder la esencia, no hay que caer en la obscenidad, en la vulgaridad; más vale tengo que ser yo quien influya sobre el resto, y no el resto sob

Mimì

Imagen
Sì, mi chiamano Mimì... ma il mio nome è Lucìa ... cantaba mientras hacía un leve espumaraje con un pedacito de jabón blanco, y daba algo de dignidad a sus dos bombachas, un corpiño de algodón blanco y unas medias de abrigo, todo en el lavabo ínfimo de su celda que por suerte, tenía ese artefacto cuyo suministro de agua era algo escaso y sólo a determinadas horas. Ella, que se llamaba Lucía, se hacía decir Mimì por la de la ópera La bohème . Sus compañeras de cárcel no sabían ni qué era la ópera, pero el Mimì de Lucía les pareció bien para nombrar a quien respetaban, pese a la pequeñez de su contextura y a la parquedad de su carácter. Ya sé, o mejor dicho, presumo, por qué cada vez que las reclusas armaban una trifulca o decidían golpear a alguna, nunca elegían a Mimì como objetivo; es que ella no le tenía miedo a nada y cuando uno no teme, el otro lo olfatea, así mismo como se puede oler el miedo ajeno. Atacar a Mimì verbal o físicamente habría sido como arrojar arvejas con