Georgia on my mind




Él escucha Georgia on my mind y deja de oír los gritos pelados de las dominicanas de Washington Heights llamando a los niños, contándose cosas unas a otras, peleando con los maridos en un volumen ensordecedor para quien no está acostumbrado, y molesto aún para el acostumbrado, a menos que se provenga de una familia de gritones que no es el caso de Germán. 
Él se sienta en el alféizar de su ventana sobre la St Nicholas Avenue, enciende un cigarrillo, sólo uno al día para el momento elegido, y levanta la vista más allá, por encima de los negocios de la 181 y Broadway; entonces ve el cielo y en él, el infinito. Ese cielo que pareciendo una escenografía para una ópera de Wagner, cubre un caserío desprolijo de calles bastante sucias contrastantes con la parte superior de la obra divina. Esto convierte al panorama en un cuadro pintado por dos artistas distintos; por un lado, el que ha creado ese cielo perfecto en forma de tondo y por el otro, lo profano traducido en construcciones venidas a menos con un gentío ensordecedor que pinta de gris el interior de Germán.
Ver el cielo lo reconforta, le devuelve momentáneamente una parte de la alegría inicial que había traído originalmente al mundo y que por varias causas, ha ido perdiendo hasta quedar sumido en un ser muy diferente a aquel artista que perseguía sus sueños de trapo, creyéndolos de acero. 
Y sus sueños de trapo han ido desmoronándose acorde otros artistas con habilidades sociales más intrépidas, menos escrúpulos y más contactos, caminaron por sobre él, avanzando por los terrenos que Germán deseaba conquistar en base a méritos. Esos sueños de peluche comenzaron a morir cuando le prometieron un Holandés errante que finalmente y casi a último momento le dieron a otro escenógrafo, después de haber estudiado la obra por siete años consecutivos y constantes. Será el karma, pensé cuando Germán me contó el episodio y otros semejantes que se dieron en cadena a partir de allí. Honestamente, su diseño de escenografía del holandés era muy superior al del fulano hijo de uno de los patrocinadores de la compañía de ópera, pero ¿Qué iba a decirle? ¿La triste y trillada frase tan usada por los americanos de que todo va a estar bien? No, no todo va a estar bien y espero que hasta los americanos lo sepan y que la frase sea una suerte de consuelo express, porque la vida no es justa ni existe la suficiente cantidad de justicieros para defender a los otros. Sobrepueblan la faz de la tierra los mentirosos, los falsos, los acomodaticios… ¿Eso querías que le dijera a Germán que se pasó la vida estudiando y trabajando en pos de un sueño potencialmente asible? No. No me dio ni me da la cara para eso. No quiero que me crea estúpida, recitando lugares comunes detestables como Yo soy como Gardel; cada día canto mejor… Gardel está muerto y no sabemos cómo canta en el otro mundo. Murió en una tragedia horrible y su vida distó de ser un lecho de rosas; empecemos por ahí y sigamos con que Germán no es una mente simple que pueda conformarse con palabrerío barato. 
Germán sabe que tendrá que seguir viviendo por bastante tiempo en Washington Heights en medio del griterío y la chatura, a menos que se vaya del estado de New York y cambie el rumbo de su vida. 
Le mostré mi fastidio y lo hice para ayudarlo. No comprendo cómo alguien puede preferir vivir allí en medio de gente con la cual no comulga, en vez de buscar su lugar en el mundo, aunque sea un pueblito perdido en una provincia cualquiera de un país equis.
En mi condición de amiga, le sugerí, le rogué a Germán que dejara de vender sus geniales dibujos en la peor parte de Broadway y se fuera a donde pudiera ser apreciado, pero no. Él sabe que tal lugar quizás no exista y que tenga que acomodar su vida porque los molinos de viento son regidos por una fuerza superior a la voluntad propia, y de nada sirve intentar cambiar la dirección de un fenómeno que nos excede.
Germán ha caído en una suerte de letargo, de tristeza al saberse poco apreciado en su labor; se ha metido para adentro y una coraza ha ido anquilosándose en él hasta tapar esa personalidad anterior, aquélla de la alegría de vivir que traía al nacer. Lo aplastó la realidad que llevó a otros a volar a altos niveles.
Germán escucha a Ray Charles y piensa en qué velozmente pasa el tiempo, ese instante que transcurre desde que somos niños hasta vernos las canas frente al espejo, y otra vez Georgia on my mind, y el cielo parece querer decirle algo. Entonces Germán arma sus dos valijas, paga el resto del mes en la casa en donde alquila un cuarto desde hace tiempo, toma el metro y se va al JFK sin temor ni pasión, como arrastrado por una corriente interna que le dicta comprar un billete a Atlanta, Georgia, en donde aún él no sabe, vive una mujer viuda que será un gran amor en su vida, no el primero pero sí el último, y con quien vivirá hasta dar su último suspiro…


Comentarios

Anónimo ha dicho que…
Qué desilusión para pobre Germán esto de preparar el Holandés errante durante siete años y que luego la régie hay sido entregada a otra persona menos preparada. Encima el público nunca se podrá enterar que la puesta de Germán hubiera sido genial, porque ve la otra, quizás mediocre, pero no tiene posibilidad de comparación. Entretanto, 7 años mediante, Senta funda un puente aéreo entre Noruega y Holanda, donde es la jefa de todas las cabinas y se las pasa charteando, Erik se aburre y se va a cazar osos polares (todavía no se hablaba de protección de animales en camino de extinción) al Polo Norte y Daland, ya medio loco de ansiedad por el acoso del Holandés, se prepara para predicar la Biblia a las focas y morsas. Vista la sitiación desquiciada, Germán, quien (ahora nos enteramos) también es artista de geniales dibujos, pero parece que le falta habilidad comercial y tontamente elige los peores lugares para tratar de venderlos. Un talentoso para el arte y un queso para los negocios. En lugar de ir a los peores rincones de Broadway, estando en la calle 181, podría haberse parado frente al cercano Cloisters, lugar turístico por excelencia. O cruzar el George Washington Bridge a New Jersey, pleno de pequeñas ciudades muy opuelentas, de Stamford a New Haven, con plazas de ferias y costaneras atractivas, donde señoras ricas pasean ávidas de comprar lo que Germán podría ofrecer. Por suerte decidió cambiar de rumbo, marchó a Atlanta, Georgia, ciudad de clima bastante insoportable, aunque con parques con bellísimas flores, sede de la famosa Universidad de Ingeniería, Georgia Tech, hub de Delta Airlines, y SOBRE TODO, centro de la Asociación de Viudas Ricas y Afines, Inc. (cotiza en NASDAQ como ARW - Association of Rich Widows), entre cuyos miembros ilustres Germán tendrá su selección, encontrando así su destino.
Besos
Jerónimo
Raquel Barbieri ha dicho que…
Germán no es régisseur sino escenógrafo (te aclaro por lo que dijiste de la régie). Quizás, como todo aquél que logra sobresalir, necesite de un manager, un agente, una guía que le sugiera vender sus dibujos en esos lugares que mencionaste o mejor, que le consiga trabajos en el teatro.
Los verdaderos artistas no poseen habilidad comercial, y si la poseen, son artistas mediocres o pseudo-artistas. Si Germán es un queso para los negocios, alguien que sea un queso para el arte y un as de los negocios debería encontrarle trabajo.

Las dos cosas no se dan juntas en una misma persona porque son dos naturalezas muy distintas.

Y Senta nunca, jamás sería feliz con Erik, aunque en la vida real, casi todos los Eriks son los maridos de las Sentas por una cuestión de facilidad y conveniencia.

Para terminar, te pido que no me arruines el final de mi historia. Germán no se unió a una viuda rica y mucho menos por interés. Es más, iba a decir que era una maestra afroamericana y lo obvié porque me pareció irrelevante. Jamás ensuciaría al escenógrafo de mi historia con un casamiento por dinero.

Gracias igual
un beso
Anónimo ha dicho que…
Lamento que arruiné el final de tu historia, pensando que Germán encontró a una viuda con dinero, quien le hubiera permitido dedicarse a su arte sin preocupaciones económicas. Yo lo pensé así, para poder dar vuelo al talento de Germán. Él no se hubiera casado por dinero, pero se casó enamorado, a pesar que su viuda era rica. Ahora, sin la historia así no te gusta, quedémonos con la maestra afro-americana.

Gracias por la aclaración respecto a la profesión de Germán como escenógrafo.

Es verdad, Senta jamás sería feliz con Eric, hasta en mi historia delirante tomaro rumbos separados.

Donde no estoy de acuerdo es que los verdaderos artistas no poseen habilidad comercial. Claro, habrá muchos de este tipo. Sin embargo podría dar gran cantidad de ejemplos de lo contrario, pero para nombrar sólo dos artistas de tan diferentes épocas, como Rubens o Pìcass: sabían promoverse, vender a precios altos y hacerse ricos.
Besos
Jerónimo



Raquel Barbieri ha dicho que…
Mirá, te digo más, este cuento es uno de los míos que más me ha gustado, que más satisfacciones me dio escribir y siendo que el final me pareció tan redentor, al leer lo de la viuda rica, sentí una especie de profanación. Aún él sin casarse por interés, si la fortuna material hubiera venido de mano de la viuda, no concibo bajo ningún concepto que una mujer mantenga a un hombre. Eso le quita virilidad al hombre y hace que la mujer parezca un cajero automático. No hay romanticismo alguno; sí a la inversa, dado que se supone que el hombre debe proteger a la mujer.

En cuanto a Picasso y Rubens, sí tuvieron ayudas providenciales. No se hicieron solos.

Nombrame a alguien que realmente no haya tenido contactos importantes, algún acomodo, una conexión adecuada a tiempo y/o dinero familiar, y después seguimos hablando del tema.
La frialdad requerida para las transacciones comerciales es inversamente proporcional al grado de sensibilidad requerido para la creación del arte.

(A menos que vos no te refirieras a Germán sino a mí, con lo cual entendería el palo que tiraste)

Ya sé que en tu historia paralela tampoco juntaste a Senta con Erik; sólo puse con mis palabras lo que el mismo Wagner quiso simbolizar mostrando los dos tipos de vínculos tan diferentes.

Besos

Anónimo ha dicho que…
De entrada quisiera asegurarte que me refería a Germán en mi comentario. Cómo voy a tirarte palos, si tengo una total admiración por tus talentos, entre ellos el literario, demostrado en las maravillosas historias de tus blogs? Es cierto, a menudo les agrego un final diferente o una continuación imaginada. Esta vez no te gustó, a diferencia de otros agregados míos, así que dejemos que Germán se case con una maestra viuda afro-americana y viva feliz para siempre. Es tu final y lo respeto así.
En cuanto a tu idea que un verdadero artista no puede ser comercialmente exitoso, hay muchísimos casos que prueban lo contrario (desde ya no considero a los que parten con una fortuna familiar). Se sabe que muchos pintores del Renacimiento vivieron con grandes lujos, claro con el patrocinio de algún soberano o príncipe, pero llegaron allí en base a su talento. En épocas más modernas, el más impoprtante pintor austriaco, Gustav Klimt, tuvo gran éxito comercial. El famoso pintor húngaro, Mihály Munkácsy, fue un huérfano criado por una familia de clase baja, empezó como ayudante de carpintero y debido a su talento iba obteniendo éxitos. Sus monumentales pinturas sobre la vida de Cristo se vendieron en cerca de 200.000 dólarse cada uno, una fortuna inconmensurable hace 140 años. Luego los millonarios se agolpàban en su atelier de París, para encargarle cuadros, donde él nombraba el precio. Hay muchos pintores contemporáneos, algunos todavía vivos, en especial en EE.UU., quienes eran/son supermillonarios. Por ejemplo: Andrew Wyeth, Willem de Kooning, Robert Rauschenberg, Mark Rothko, Jasper Johns, Roy Lichtenstein. Yo fui hace unos años a la vernissage de Frank Stella en el MOMA de New York, el precio mínimo de un cuadro era de 1 millón de dólares, pero hubo de 2 millones y más. Encima no me gustó ninguno. Puedo encontrar muchos ejemplos más, estos valores serán por snobismo de colecccionistas, deseos de invertir en algo que en general sigue subiendo de precio? No sé, pero la realidad es que cada vez hay más pintores contemporáneos
que venden a valores absurdos.
Besos
Jerónimo

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