La Navidad de Ramira
Ramira llegó a odiar la Navidad porque cada vez que ésta se acercaba, la gente más hipócrita y menos sensible que conocía, se ponía tonta y sentimental cuando el resto del año podía maldecir al prójimo sin culpa.
De por sí bastante histérica, pasaba esa corta temporada de diciembre como si fuera un cuento de terror, esquivando a la gente que la rozaba con bolsas llenas de regalos y adornos para el arbolito. Y será que es cuando uno desea evitar algo, que ese algo lo sigue a uno indefectiblemente, que cada vez que Ramira encendía la televisión o iba a un centro de compras, se cruzaba con la roja imagen barbuda y panzona que emitía un siniestro ho ho ho.
De inmediato y por su natural y algo exacerbado sentido de la compasión, Ramira recordaba que el pobre hombre que hacía de Papá Noel pasaba un calor terrible debajo del disfraz, por unos pocos pesos durante largas horas. Eso hacía que no odiara tanto al personaje en sí, como a sus seguidores y fomentadores de tal vicio mundano inductor a la compra compulsiva.
El fenómeno Papá Noel significaba para Ramira, que el niño pobre piense que el rico es mejor persona y que por eso recibe regalos más costosos. Entonces, tras que el pobre ya arranca desde el vamos con la desventaja de la escasez de casi todo, el rico le gana hasta con los regalos del barbudo, encaprichado en aparecer cada año. El niño rico también sale confundido de esta historia aberrante, tras abrir sus regalos y compararlos con los recibidos por otras criaturas con menos suerte material. En ese momento de la revelación de los contenidos de la imaginaria o tangible bolsa roja, el niño rico que todavía cree en Papá Noel, tiene que pensar casi indefectiblemente que el pobre es pobre porque merece serlo y porque no ha hecho méritos para recibir regalos del desgraciado que no hace otra cosa que exclamar un patético HO HO HO que va sonando cada vez más insoportable.
Luego, Ramira sufre un alto impacto en su vida. Le da por leer, por investigar y no conformarse con lo aparente; así se entera de que Papá Noel es en realidad San Nicolás, y que tanto su origen como función se han desvirtuado con el tiempo, gracias a la gente que víctima de la sociedad de consumo, cae enferma tras tradiciones mal seguidas, arruinadas por la mersa que mezcla todo. Ahí, Ramira se siente confundida, culpable para con la Navidad, y ya no sabe más qué es lo que odia, si el símbolo, la gente o el punto de idiotez al que hemos llegado los humanos.
Entonces investiga más y se avergüenza por haber maldecido ese nombre.
San Nicolás era un ser humano ejemplar. Habiendo muerto sus padres por la peste que azotaba Anatolia en el siglo IV después de haber ayudado a los pobres a curarse, tras haberlos alimentado uno por uno, Nicolás quedó solo y repartió sus bienes entre los necesitados y se hizo sacerdote. Fue uno de los santos más venerados en la Edad Media y su recuerdo despierta una sonrisa en quienes conocen sobre su vida.
Con lágrimas en los ojos, Ramira se sonroja hoy en día cuando recuerda aquella bronca mal nacida, y piensa en qué triste es que de un santo hayan hecho un fetiche barato, un ícono del consumismo. Ella se da cuenta de que lo que en verdad le molesta es la ignorancia y que a tan pocos interese el verdadero espíritu de las cosas.
Ahora el problema ya no es Papá Noel, San Nicolás de Bari, Colacho o Santa Claus, sino la gente que es berreta de alma, que no sabe diferenciar lo bajo de lo sublime ni lo bueno de lo malo.
Comentarios
Me quedo con tu forma de ver la vida, como siempre. Creo que coincidimos-
Besos amiga.
Qué bueno que hayas estado de vacaciones. Está bien alternar las letras y el estar dentro, con un poco de dolce far niente.
Besos, amiga :)
Beso
Jerónimo
Menos mal que somos más de un par los que pensamos del mismo modo con respecto a este tema.
Gracias por todos los datos que siempre aportás.
Te mando un beso :)