El artista
En mi condición de amiga le sugerí, luego le rogué a Juan
Pablo que dejara de vender sus geniales dibujos en la peor parte de Broadway y
se fuera a donde pudiera ser apreciado, pero no; él sabe que tal lugar quizás
no exista y que tenga que acomodar su vida, dado que los molinos de viento son
regidos por una fuerza superior a la voluntad propia. De nada sirve intentar
cambiar la dirección de un fenómeno que nos excede y que tal vez sea producto
del karma.
Juan Pablo ha caído en una suerte de letargo al saberse poco
apreciado en su labor; se ha metido para adentro y una coraza ha ido
anquilosándose en él hasta tapar esa personalidad anterior, aquélla de la alegría
de vivir que traía al nacer.
Lo aplastó la realidad que llevó a otros a volar a altos
niveles. Su arte terminó destruyéndolo.
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