L’Homme-Rivière (crónicas de Québec)

Ella iba sola caminando por las calles del viejo Québec en dirección al conservatorio de música, cuando sorpresivamente prestó más atención de la acostumbrada a la escultura del hombre del río, un cuerpo de hierro que emergía a mitad de calle como si uno fuese a entrar a una casa y se topara con una presencia inmutable que no lo deja a uno entrar. Tantas veces había pasado apurada por la calle Félix-Antoine Savard, aunque salvo la felicidad de recorrer ese lugar tan querido, no había experimentado esto que le pasaba ahora: sentir que el hombre del río quería decirle algo y que el habla le estaba vedada o restringida; claro, siendo una escultura, cómo podría sacar su voz hacia afuera, cómo haría este hombre del río para transmitirle un mensaje de antaño, pero qué digo... siendo una obra de arte, un objeto bello pero objeto al fin, ¿cómo iba a emitir palabra? Ya me siento una loca al contarlo. Ella se atrevió y le preguntó al hombre de hierro: - Est-ce que vous pouvez...