La estatua
Siempre había sentido escalofríos al pasar delante de la estatua situada en el foyer del Teatro Colón; no era algo que pudiera razonar, mucho menos explicar, pero una morbosidad personal me llevaba a pararme delante de ella y mirarla cuando a la vez, quería salir corriendo de allí. Al pasar por delante de esta estatua y no de otras, un vientecito frío me corría por el cuello, por la oreja izquierda, luego por la pantorrilla y el brazo. Nuestro primer encuentro fue cuando era chica y me le quedé mirando mientras mi padre hablaba con un amigo en las escaleras que llevan a platea. Sentí que no era sólo mármol, que había una presencia ahí. No le dije nada a nadie y me alejé hacia el ángulo opuesto para observar la estatua de Margarita, en donde no tuve estas sensaciones. Miles de veces pasé delante de esta escultura tan perfecta, tan dotada de armonía, proporción y belleza, dueña de un dinamismo que hace parecer que la dama se desliza, adquiere movimiento, existe, aún cua...