Sor Fidelia
Guillermina B. hizo varios intentos para entrar al convento, pero siempre le ocurría lo mismo: se enamoraba de algún energúmeno que empezaba siendo un santo varón con una interesante cuota de sex appeal y cultura, y terminaba siendo un ser completamente distinto al que la vida le había presentado.
Así, Guillermina llegó a pensar que su vocación religiosa no era genuina y que ella no valía la pena ni para el convento, ni para el matrimonio.
Sintió que había fracasado en ambas empresas.
Un día, cuando cumplió cuarenta y cinco años y ya llevaba un divorcio y una viudez encima, por fin dejó de esperar a que la vida le presentara mágicamente a Mr. Right, e ingresó en el convento de las carmelitas de Victoria, en donde fue descubriendo día tras día que había en su vida una etapa sellada con lacre y escrita en su diario íntimo, con algunos bellos recuerdos de momentos breves de gloria. Dejó todo, aunque se llevó una caja de madera de caoba con sus objetos más amados, y también un nombre seglar que ya no usaría porque ahora sería Sor Fidelia, y su porvenir estaría dedicado a trabajar en la imprenta de las religiosas, sin esperar más que cumplimentar sus siguientes cuarenta y cinco años.
Comentarios
¿Sabés que me había olvidado de "esa" Guillermina?
Lo va a intentar.
Besos.
Y quizás lo logre estando en paz...
Besos :)
Jerónimo
Creo que lleva fotos, cintas de colores que envolvían cajas de bombones, alguna medallita, un anillo que le dio algún amor, cartas... boletos del 80 que la llevaban y la traían de citas especiales, qué sé yo.
Supongo que habrá tenido sus momentos de felicidad.
Gracias por pasar :)