La primavera de Vera

El otro día, cuando volvía entre extenuada, satisfecha y melancólica de dar una clase de canto, me encontré con Rodolfo y Vera en la puerta de mi casa. Venían a invitarme a tomar un helado. Saludé a mi perra, le abrí la puerta para que saliera a disfrutar de las plantas, dejé las cosas entre el perchero y el sofá, me cambié la sandalias altas por las bajitas y me fui con ellos a compartir un rato de vida. La vi tan linda a Vera, tan florecida, tan tocada por el rayo del amor correspondido. Cómo cambia la gente ante el amor y el desamor. Un rostro pasa del esplendor a la opaquez en cuestión de horas. Vera brilla y tiene miedo de que le dure poco y yo le digo que no tiene por qué durar poco si todo está tan bien entre ellos. Y se pasa de la opacidad al brillo también de un momento a otro, y las miradas son otras, y el cuerpo expele ese aroma entre hormonal y lleno de vida que puja por salir por cada poro. La energía es positiva y el mundo parece menos hostil, menos hosco y más amable....