Sor Agatta
Anna Ogliara nació en Salerno en la época en que Víctor Manuel III se hallaba escapado de Roma y la ciudad entera se convertía vertiginosamente en algo bien distinto a lo que los abuelos de la pequeña imaginaran alguna vez.
Período de cambios en el país, también llegó el cambio a su ciudad natal y precisamente a su casa. En edad de comenzar a entender ciertas miserias humanas, Anna vio por mucho tiempo el mundo a través de cristales rosados para no espantarse y ver la realidad, y no fue ése un mérito sino su mayor idiotez, ya que la negación la hizo perder tiempo.
El padre tenía relaciones sexuales con sus otras dos hijas y la madre se hacía la ciega, la sorda, y ejercía también de muda y cómplice. Las hijas-concúbines no parecían llevar trauma alguno sobre sus espaldas y tomaban estas relaciones como lo más normal del mundo, aunque se abstenían de comentarlo con sus amistades, señal de que en el fondo, algo les sonaba non-sancto.
El padre, la madre, las dos hermanas, lindo conjunto para abandonar y salir en busca de un mundo mejor, fueron los puntapiés en el culo de Anna Ogliara quien se convirtió en Sor Agatta cuando hizo los votos definitivos y se alejó del mundo que la asqueaba, porque ella había decidido dejar de ser negadora y se atrevía por fin a arrojar a la basura los lentes rosados de quien no se atreve.
Comentarios
Tengo un amigo que cuando llega el verano deja a la mujer, a los hijos y el trabajo y se encierra en un convento. Me aclaró que sentía esa necesidad. Tal vez quiera estar cerca de Dios.
Besos.
Yo tampoco creo que todas las que ingresan al convento lo hagan para esconderse. De hecho, Sor Agatta se encontró a sí misma allí, donde pudo quitarse las gafas de la negación y cambiar de hábitat hacia uno mejor en donde no era necesario construir un personaje de tonta.
Interesante lo de tu amigo.
Besos :)
Jerónimo
Estas cosas, más allá de que todo lo que yo escribo es ficción, ocurren.
Acordate del austríaco que encerró en el sótano a la hija con quien tuvo hijos, y ella nunca le pegó con un palo en la cabeza para escapar, ni su madre hizo nada por ella.
Saludos
Ad.
Me alegro que te guste la historia.
El "no atreverse" constipa el alma.
Beso y gracias :)