Serena


Serena vive sola en una casa que según la opinión ajena, le queda grande, pero que según el punto de vista de ella, está justa. 
Esta mujer necesita inmensidad, amplitud, libertad de movimiento; no soporta sentirse limitada, cercada por paredes próximas una de la otra, aplastada por un techo bajo como de esos departamentos que parecen cajas de zapatos con un agujero llamado ventana.
Serena pinta, escribe, teje, lee, vive su vida sin ser perturbada por el mundo exterior. Su casa expele un aroma entremezclado de óleo para lienzos, perfume de jazmín, sándalo, y cera en pasta para lustrar los pisos de roble de Eslavonia. Es un sitio precioso, personal, logrado, en donde el estereotipo no tiene lugar. 
Su casa es ella.

En su jardín de invierno cultiva orquídeas, todo está ordenado, impecable como ella, incólume como su espíritu. Nada la perturba, nada la conmueve ni la quita de su estado permanente de serenidad, de una serenidad más indiferente que proveniente de un dominio de su temperamento.

Serena escribe en su escritorio, usa una computadora de última generación, hace las compras a través de ella, alquila películas, paga sus cuentas, realiza toda transacción comercial y personal a través de este medio. Cualquiera pensaría que es un fenómeno de circo y que se esconde tras los muros, sordo ruido, para no ser vista, pero no. Es bonita y aparentemente normal. El caso es que no tolera la bajeza del mundo,  y no logra acercarse en forma física a aquellas personas que se parecen a ella, que bien podrían ser sus amigas, tal vez un amor. Entonces, sólo van quedando dos personas que visitan su casa y a las que no les resulta fácil penetrar en ella; una es su madre y la otra, una amiga paciente. Serena tiene siempre excusas para no recibir. Todo contacto personal la incomoda, la hace sentir que está perdiendo el tiempo, que mejor cada cual se quede en su casa y que no salga a desparramar sus miserias por el mundo. Quizás tenga una fobia; de hecho, ha estado investigándolo por Internet. Algo la convenció y ahora hará terapia on line con una psicóloga que cobra un ojo de la cara por treinta miserables minutos, pero con tal de no salir a la calle, Serena aceptará dicha terapia, pagará con el plástico pertinente y cuando se canse de escuchar, podrá apagar la máquina, dejando a quien sea del otro lado, sumido en la mayor de las oscuridades. 


Comentarios

Aronson ha dicho que…
Con el día de hoy (gris, lluvioso y frío), yo también me quedaría adentro, te diré.
Raquel Barbieri ha dicho que…
Y yo también, pero hay que arremeter nomás hacia las calles.

Beso :)
Jerónimo ha dicho que…
Serena vive una vida aislada, pero a gusto, se ve que tiene un pasar económico muy cómodo. Por la descripción no trabaja, aunque hay muchos puestos posibles que necesitan sólo internet y que dan buenos ingresos. Parece que no es el caso y como las únicas visitantes son su madre y una amiga, podemos suponer que un padre rico le dejó una fortuna y tal padre o falleció o se fue con otra. De todas maneras todo capital necesita una atención permanente, y aún así es fácil que los dinerillos se escurran y dejen a Serena en la pobreza. Esperemos que esto no ocurra, porque entonces debería salir y enfrentar la vida, para lo cual aparentemente no está preparada.
Un beso
Jerónimo
Raquel Barbieri ha dicho que…
Jero,

Quizás el mejor favor que la vida pudiera hacerle a Serena es despojarla de sus bienes materiales para que tenga que salir a enfrentar el mundo real, pero a la vez pienso ¿para qué? Ella es feliz así como es y como vive, su casa es un remanso, el contacto humano la incomoda... mejor que no se le acabe el dinero.
No te cuento por qué es que tiene plata para no cometer una infidencia.

Beso

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