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Ofelia

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Ofelia tenía por sobre todas las cosas, una cuota de sinceridad y de intuición que asustaba a los mentirosos. Más allá de sus defectos, era dueña de un grado de dignidad que otras más amadas ni conocían. Eso significaba que poseyendo la inteligencia y las armas para destruirle la vida al imbécil que se aprovechó de ella, Ofelia no las había usado y no porque no se le ocurriera, porque ideas tenía y sobradas, sino por una decisión tomada de no hacerle a otro sentir el daño que le habían ocasionado a ella.  Su dolor era agudo, pero pensó: - Que pague lo que me ha hecho sin que yo intervenga. La vida se encargará por sí sola. Se quedó viviendo su vida y entendió (por fin) que existen personas que no deberían entrar en dicha categoría humana, sino en la de meros seres bióticos sin alma, sólo poseedores de cerebro y sentidos, pero no de sentimientos profundos, fagocitadores de corazones vulnerables, vampiros chupadores del flujo vital de personas que quizás eran sus ángeles guardianes...

Ramona

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Ramona fue verde desde que nació.   Lo más raro consistió en que sus padres no le dieron importancia alguna, ni tampoco los médicos.  La madre dijo cuando se la entregaron al parir: - Está algo verde.  El padre de la criatura la observó y exclamó: - Mmm... no tanto. Luego olvidaron el asunto. Prontamente empezó a crecer una mata espesa de pelo color esmeralda en la cabeza de quien al mirarse en el espejo no notaba diferencia alguna con sus padres, abuelos, vecinos y personas que se cruzaban en su mundo. Nadie notaba siquiera que la piel de Ramona era más brillante que lo corriente, y más parecía un delicado y suave cuero, que piel humana.  Ella había ido mutando con los años y quienes la rodeaban no lo percibieron y no porque la dulce Ramona pasara inadvertida, sino porque sus cualidades eran tantas que el color no era evidente, mucho menos obvio. Los años siguieron pasando vertiginosamente mientras su verdor se acentuaba y comenzaba a tomar una tonalidad algo...

Sor Fortunata

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Fortunata nació en Zacatecas en mil novecientos setenta, y resultó ser la séptima hija de una familia de clase media, devota toda de la Virgen de Guadalupe y con el catolicismo arraigado hasta la médula, al punto que los padres deseaban que salvo una de ellas, Fortunata, todas se casaran con Cristo y tener así su legión de religiosas particulares. En una ciudad lejana a la playa, no lindante con el golfo de México ni con el océano Pacífico, existía una distracción menos para las muchachas de la casa, quienes obedientemente habían acatado el dictamen familiar por falta de carácter, por devoción quizás, o porque es más fácil a veces someterse que reaccionar y liberarse, teniendo así que tomar una decisión y poner en riesgo una estructura prefabricada... no sé qué habrá movido a tanta mujer junta a aceptar un mandato sin haber conocido al menos Fresnillo, Aguascalientes o Victoria de Durango.  Inverosímil; siete mujeres criadas para acatar, primero en la casa natal, luego e...

Sor Juanita

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Perdida en la multitud, no da imagen alguna de mujer perdida; au contraire. Sedienta de paz, no se la ve desasosegada ni ansiosa por lograrla aún en contra de la corriente. En un mundo en que las monjas se han convertido en artículos de anticuario, Sor Juanita escribe y lee mensajes de texto en su teléfono celular, y en momentos sonríe ante algunas respuestas que le llegan del otro lado.  Ella vive dentro de este mundo, no fuera de él, pero lo hace a su manera, con su estilo algo desacatado para tratarse de una religiosa, aunque gozando del respeto de la congregación entera gracias a la fuerza de su carácter sin dobleces. Así es Sor Juanita... libre, aunque los demás piensen que ha perdido su libertad al ingresar al convento; sana mentalmente porque razona y discierne, elige y cede cuando es menester hacerlo. Sabe pertenecer a un núcleo sin quedar pegada a él y ante todo, es muy buena amiga de monjas divertidas y de monjas tristes. Con las alegres festeja y con las apagadas,...

Sor Jeanne Marie-Claire

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En el despertar de su sexualidad, Jeanne Marie-Claire se dio cuenta de que su veleidad era preocupante y que a la vez, en ella convivían una fe poderosa en Dios y una aceptación del dogma católico, que para otras era precisamente un problema y la traba para ingresar a la vida monástica. En sueños diversos y en imágenes recurrentes diurnas que se le aparecían en cuanto permanecía cinco minutos en soledad, veía que dos caminos se abrían ante ella: uno, en donde presentía vivamente que pasaría de unos brazos a otros sin el menor apego, y el otro camino que la conducía hacia una vida contemplativa en donde en lugar de verse abrazada y besada, se encontraba rodeada de otras individualidades femeninas vestidas al igual que ella. Jeanne Marie-Claire floreció a la vida femenina y sintió un deseo compulsivo más fuerte de lo que su educación y su casa permitirían, a menos que ella se fuera y viviera otra vida lejos de su familia, o los enfrentara, aunque por esto tuviera que dejar de vi...

Sor Fidelia

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Guillermina B. hizo varios intentos para entrar al convento, pero siempre le ocurría lo mismo: se enamoraba de algún energúmeno que empezaba siendo un santo varón con una interesante cuota de sex appeal y cultura, y terminaba siendo un ser completamente distinto al que la vida le había presentado.  Así, Guillermina llegó a pensar que su vocación religiosa no era genuina y que ella no valía la pena ni para el convento, ni para el matrimonio.  Sintió que había fracasado en ambas empresas. Un día, cuando cumplió cuarenta y cinco años y ya llevaba un divorcio y una viudez encima, por fin dejó de esperar a que la vida le presentara mágicamente a Mr. Right, e ingresó en el convento de las carmelitas de Victoria, en donde fue descubriendo día tras día que había en su vida una etapa sellada con lacre y escrita en su diario íntimo, con algunos bellos recuerdos de momentos breves de gloria. Dejó todo, aunque se llevó una caja de madera de caoba con sus objetos más amados, y tamb...

Sor Agatta

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Anna Ogliara nació en Salerno en la época en que Víctor Manuel III se hallaba escapado de Roma y la ciudad entera se convertía vertiginosamente en algo bien distinto a lo que los abuelos de la pequeña imaginaran alguna vez. Período de cambios en el país, también llegó el cambio a su ciudad natal y precisamente a su casa. En edad de comenzar a entender ciertas miserias humanas, Anna vio por mucho tiempo el mundo a través de cristales rosados para no espantarse y ver la realidad, y no fue ése un mérito sino su mayor idiotez, ya que la negación la hizo perder tiempo. El padre tenía relaciones sexuales con sus otras dos hijas y la madre se hacía la ciega, la sorda, y ejercía también de muda y cómplice. Las hijas-concúbines no parecían llevar trauma alguno sobre sus espaldas y tomaban estas relaciones como lo más normal del mundo, aunque se abstenían de comentarlo con sus amistades, señal de que en el fondo, algo les sonaba non-sancto. El padre, la madre, las dos hermanas, lindo conj...