Ofelia
Ofelia tenía por sobre todas las cosas, una cuota de sinceridad y de intuición que asustaba a los mentirosos. Más allá de sus defectos, era dueña de un grado de dignidad que otras más amadas ni conocían. Eso significaba que poseyendo la inteligencia y las armas para destruirle la vida al imbécil que se aprovechó de ella, Ofelia no las había usado y no porque no se le ocurriera, porque ideas tenía y sobradas, sino por una decisión tomada de no hacerle a otro sentir el daño que le habían ocasionado a ella.
Su dolor era agudo, pero pensó: - Que pague lo que me ha hecho sin que yo intervenga. La vida se encargará por sí sola.
Se quedó viviendo su vida y entendió (por fin) que existen personas que no deberían entrar en dicha categoría humana, sino en la de meros seres bióticos sin alma, sólo poseedores de cerebro y sentidos, pero no de sentimientos profundos, fagocitadores de corazones vulnerables, vampiros chupadores del flujo vital de personas que quizás eran sus ángeles guardianes, y terminaron siendo víctimas de su desaprensión, de abandono de persona, de desidia.
Como Ofelia no se creía Dios, no castigó al cobarde. Con respecto al Altísimo, no le pidió nada, ni le reprochó que su mala ventura proviniera de Él. No era tan básica como para eso.
El perpetrador se alimentó de ella hasta obtener todo lo que le interesaba; llenó su bache y su buche, y luego, la fue ofendiendo a través de pequeñas miserias cotidianas que fueron convirtiendo a aquel príncipe amoroso y dedicado en un ser seco, rígido, deshonesto en sus palabras, que se aburrió de jugar con esa muñeca articulada para salir a cambiarla por otra.
Su dolor era agudo, pero pensó: - Que pague lo que me ha hecho sin que yo intervenga. La vida se encargará por sí sola.
Se quedó viviendo su vida y entendió (por fin) que existen personas que no deberían entrar en dicha categoría humana, sino en la de meros seres bióticos sin alma, sólo poseedores de cerebro y sentidos, pero no de sentimientos profundos, fagocitadores de corazones vulnerables, vampiros chupadores del flujo vital de personas que quizás eran sus ángeles guardianes, y terminaron siendo víctimas de su desaprensión, de abandono de persona, de desidia.
Como Ofelia no se creía Dios, no castigó al cobarde. Con respecto al Altísimo, no le pidió nada, ni le reprochó que su mala ventura proviniera de Él. No era tan básica como para eso.
El perpetrador se alimentó de ella hasta obtener todo lo que le interesaba; llenó su bache y su buche, y luego, la fue ofendiendo a través de pequeñas miserias cotidianas que fueron convirtiendo a aquel príncipe amoroso y dedicado en un ser seco, rígido, deshonesto en sus palabras, que se aburrió de jugar con esa muñeca articulada para salir a cambiarla por otra.
Comentarios
No debemos sentirnos derrotadas por los miserables, sino engrandecernos para vencerlos.
Un beso-
Coincido contigo.
(Hay Ofelios también).
Te mando un beso y gracias :)
Coincido con Beatriz, hay muchas Ofelias a las que les queda aliento para empezar otra vez, de cero, con todo en la vida.
Cariños.
Ad.
Así es, como vos decís, aunque creo que uno nunca comienza de cero en la vida, salvo cuando nace. Después es una sucesión de aprendizajes y en el mejor de los casos, se sale más o menos airoso.
Cariños :)