Eunice
Odila teje, Naralia cose, Nicolasa borda y Eunice le arruina la vida a
todas las previamente mencionadas. Ella se limita a aprovecharse del tejido de
la primera, de la costura de la segunda, del bordado de la tercera y de los
hombres de todas.
Con sus malas artes, consigue que el novio eterno de Odila le compre cositas
a escondidas, que el amante de Naralia la lleve a los mejores restaurantes de
Buenos Aires, que el marido de Nicolasa le pase una mensualidad nada desdeñable
por acostarse con ella dos jueves al mes.
Odila teje al crochet, Naralia cose al bies, Nicolasa borda monogramas y
Eunice sale a la calle a comprarse zapatos de diseñador, a almorzar comida
gourmet, a comprarse perfumes importados, a señar una joya divina, a reírse de
sus hermanas que quedan en la inmensa casa del barrio de Flores, ganándose la
vida.
Odila teje una tira larga de lana gruesa color caca, Naralia cose un saco
de lienzo, Nicolasa borda unas letras sobre el saco.
Llega Eunice cargada con sus bolsas de compradora compulsiva, con su
rostro carente de ojeras, con su boca colagenada, su pelo con extensiones y su
culo apretado en un jean blanco. Saluda al aire sin que le respondan.
De atrás, alguien la agarra del cuello mientras le gira una tira de lana
pinchuda una y otra vez, acogotándola. No puede zafarse, alguien más
le coloca un saco que anuda en el dorso. Sólo le alcanza la vista para ver un
bordado que lleva dicha prenda burda: EUNICE, con hilo color carmín.
Ahí mismo se orina encima y no controla el esfínter echando las heces
sin más por el terror. Tres mujeres la arrastran del pelo y de las tiras del
chaleco de fuerza por la escalera áspera que conduce a la terraza, la encierran
en un cuartucho lleno de porquerías y le propinan una paliza cargada de odio.
La patean, la escupen, la dejan allí bañada en mierda y meo. Que pase la noche
como las ratas, que se dé cuenta de que en casa, no es ella quien manda, que ya
fue suficiente, que si se porta bien, podrá salir un día de éstos; si no, qué
pena, se incendiará el cuartito de los bochinches porque las descuidadas
propietarias no se han dado cuenta de que está el tacho de gasoil con el que el
albañil lustró los ladrillos el año pasado.
Es muy riesgoso tenerla ahí, el marido de Nicolasa podría escucharla chillar tras la mordaza; no importa, hay tiempo de
sobra hasta que él llegue, y la desgraciada no va a cambiar,
nadie cambia, nadie cambió nunca. Ya no hay vuelta atrás.
Odila cava, Naralia envuelve, Nicolasa entierra… Eunice se ahoga viva
bajo dos metros de tierra…
Comentarios
Besos
Jerónimo
Es más fácil lidiar con una Eunice, que con tres torturadoras y asesinas.
Todavía queda la esperanza de que alguna vez las descubran, o que reciban de vuelta el boomerang que arrojaron al viento del destino...
Besos :)
Si es por el contenido del cuento, no te preocupes. La primera historia que escribí cuando era chica se llamó "Terror en noche de tragedia".
Me gusta explorar en el horror.
Igualmente, no debo estar tan bien
Beso :)
¡Te felicito! Gracias por hacerme volar la imaginación.
Floppy O.
jeje... diste en la tecla.
Me encanta que el cuento de Stefan y Gabriella te haya gustado, ahora te aviso que pusiste el comentario en el cuento horroroso de Eunice :)
Hoy quizás publique otro cuento,
Besos y gracias a vos