Zoraida
Era una
mañana de mucha lluvia y viento, las ráfagas parecían arrasar con todo, y el
ruido de las celosías de hierro que cerraban mal semejaba el sonido de una
presencia fantasmagórica que bregaba por abrir las ventanas de cuajo y hacer
volar todo el contenido de la casa de Zoraida.
El gato
estaba debajo de la cama, asustado, acurrucado en forma de ovillo, callado. El
perro caminaba por toda la casa sufriendo y de vez en cuando emitía un gemido
de temor hacia los truenos; Zoraida mientras tanto, sentada en su mecedora,
pensaba en su vida. Es que a ella le encantaban las tormentas, las mañanas
oscuras de cielos cerrados, el viento despiadado, el sonido de la tempestad.
Dentro de esa tempestad externa, se encontraba a ella misma con sus temporales
internos. No era que no le gustasen los días soleados; los disfrutaba
normalmente, aunque parecían pertenecerles a las personas felices y no a ella.
Los
días de Zoraida eran esos pocos durante el año en que parece que se viene el
cielo abajo, que el mundo se da vuelta, una especie de anticipo del
Apocalipsis, la queja del planeta que brama.
Zoraida se
preparaba el chocolate caliente con la receta de su abuela, amasaba algún
pastelito, un pan y se sentaba en su mecedora a degustar sus placeres sibaritas mirando
a través de la única ventana sin celosía, la del costado de la sala, que daba a un jardín
angosto y bellísimo, en donde tanto podía haber flores como hierbas
aromáticas y algunas plantas extrañas que le habían dado o que ella plantaba y
esperaba con paciencia ver crecer. Entonces, cuando sucedía ese día en que los
cielos estallaban y el viento soplaba violentamente, Zoraida bebía de a poco su
chocolate, atrapada por la imagen de su hermosa ventana hacia ese pedacito de
jardín angosto como la vida de ella, se abstraía en medio de la lluvia cayendo
sobre un arbolito que parecía dar las gracias y de vez en cuando, un bocado
alternaba con un sorbo y así, ella sentía que en días como ésos, la vida era
linda y se hermanaba con ella.
Comentarios
Mi padre se sentía feliz en los días de lluvia, es más creo que la necesitaba.Lo recuerdo caminando, con dificultad, en sus últimos días asomado a la ventana y sonriente con su mate recién cebado en las manos. Y sonreía.
A veces pienso si se aferraba a esa humedad que penetra la tierra y engendra vida. Acaso era una manera
de creer en el después.
Un beso y mis mejores deseos para ti en estos días señalados como especiales, pero que yo los hago extensivos a todos los días.Junto a quienes te quieren.
Tu texto en respuesta desde "Mi padre" hasta "Creer en el después" es un relato en sí mismo.
Pues me alegra que te gustara la historia de Zoraida, ya que la escribí con mucho sentimiento y ganas.
Yo te deseo por anticipado, una feliz Navidad y que empieces el 2013 con alguna esperanza nueva.
Un beso
me gustó que mientras la tormenta arrasaba afuera y gato y perro se escabullían por miedo a los truenos, Zoraida haya tenido la idea de preparar el chocolate con la receta de su nonna y acompañarlo con un pastelito amasado por ella, mientras afuera caía a pique la lluvia, regando sus plantas y flores que ella comtemplaba con paz de espíritu.
Mujer equilibrada y feliz. Besos
Jerónimo
Siempre me gustaron los pequeños jardines con formas no convencionales, como esos angostos y frondosos como el que tiene Zoraida. Intuyo que ella lo ve más hermoso de lo que es por esa cosa de que beauty is in the eye of the beholder.
Me alegra que te gustara la historia, J.
Besos
Sor Aida está enamorada de Ra´Damés, un sacerdote egipcio dedicado a Ra (y algo también a las damas). Él quisiera corresponderle, pero sólo si ella se convierte en sacerdotisa de Isis. Qué conflicto para Sor Aida. Una monja que desea a un hombre ya es bastante pecaminoso, pero que encima le pidan que sea apóstata y adore a esa diosa pagana?
Solución: Ra´Damés se convierte a la religión de Sor Aida, deciden que desafían al máximo pontífice de la religión de ella, se casan y vivirán felices. Pero la nueva religión así fundada desapareció con ellos, ya que en lugar de buscar acólitos, sólo crearon unos acolititos en la cama y no pensaron en otra cosa. Esta historia verídica fue oculta durante mucho tiempo, pero alrededor de 1500 encontrada entre los papiros egipcios por Lutero. Él pensó: "qué buena idea" y se casó con una monja. Pero luego tuvo el cuidado de buscar acólitos y no le fue tan mal.
Besos
Jerónimo
Qué problema es el amor, a veces...