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Violeta

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Lejana, muy lejana a la cumbia y a la bailanta, existe Violeta y aunque su nombre provoca que una parte de sus alumnos le canten No la dejes ir, no la dejes ir, ¿por qué? te lo digo yo, ¿Quién es? Violeta, y se va sin decir adiós... esta Violeta pertenece a un mundo de sinfonías y melodías cadenciosas, arias y preludios ejecutados por violines, violas y cellos, también algún saxo tenor jazzeando en esas noches de wok, risas, besos y buena compañía.  Ella, Violeta, enseña música en dos escuelas secundarias; una en San Isidro y la otra, en Isidro Casanova. Y en sus momentos de pavada cotidianos, que los tiene y sin remedio, piensa en que Isidro es santo y casanova al mismo tiempo y eso constituye una contradicción (para ella al menos).  Los viajes en tren y colectivo le permiten meditar, comparar, analizar el mundo en el que vive, en el que vivimos, un universo que para algunos es de bailanta y para otros, de ópera, en donde muchos braman por comer y otros desechan comida. V...

Prue

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Ya que sus padres habían cometido el casi sacrilegio de llamar a sus hijas con sustantivos abstractos, Prudencia eligió que le dijeran Prue para así sobrellevar un nombre que la marcaba, limitándola a ser prudente y a no sobresalir, por más que era bonita y buena. Mientras sus queridos y extravagantes padres la llamaban Prude, ella averiguaba a escondidas en el registro civil, si existía alguna manera de pasar de Prudencia a Prue o a algún nombre menos controversial, trámite que fue absolutamente inútil. Entonces se amigó con su nombre y se preguntó qué habría sido de su vida llamándose Selva o Antonella, Ana, Giannina o Violeta, Chiara, Stella, Rebeca o Julieta. Cada nombre diría algo sobre la dueña o al menos querría decirlo; posiblemente sus padres habrían pensado que sus hijas Esperanza, Prudencia, Socorro y Remedios salvarían a la humanidad con tanta virtud junta. Tal vez había sido un capricho o uno de esos juegos extraños en los que caen algunas parejas que parecen armar las ...

Indira

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Indira no tenía apellido indio ni de ninguna etnia semejante. Como en la mayoría de los casos, así le habían puesto porque estaba de moda cuando ella nació. Menos mal que le tocó llamarse Indira y no uno de esos nombres que no son nada más que un sonido vacuo sin contenido, o algo con un significado espantoso. Su voz era bonita y la sonrisa, rápida como su pensamiento, volaba como en aeroplano sobre los demás, que a su vez se sentían penetrados de la energía vital que irradiaba Indira con su sola presencia. Y sus risas no provenían de la burla, del sarcasmo o de la histeria sino de un natural sentido del humor que se exacerbaba al ser bien tratada. Eso no quita que alguna vez no vomitara algún sarcasmo o que su agenda de burlas se encontrara vacía; no, no estaba exenta de humanidad. Ella se burlaba de gente falsa, pero lo hacía sin reír porque la risa era elemento de festejo para ella y no de crítica o indignación; y si alguna palabra cínica se deslizaba como aceite por su boca, la ...

Ofelia

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Ofelia tenía por sobre todas las cosas, una cuota de sinceridad y de intuición que asustaba a los mentirosos. Más allá de sus defectos, era dueña de un grado de dignidad que otras más amadas ni conocían. Eso significaba que poseyendo la inteligencia y las armas para destruirle la vida al imbécil que se aprovechó de ella, Ofelia no las había usado y no porque no se le ocurriera, porque ideas tenía y sobradas, sino por una decisión tomada de no hacerle a otro sentir el daño que le habían ocasionado a ella.  Su dolor era agudo, pero pensó: - Que pague lo que me ha hecho sin que yo intervenga. La vida se encargará por sí sola. Se quedó viviendo su vida y entendió (por fin) que existen personas que no deberían entrar en dicha categoría humana, sino en la de meros seres bióticos sin alma, sólo poseedores de cerebro y sentidos, pero no de sentimientos profundos, fagocitadores de corazones vulnerables, vampiros chupadores del flujo vital de personas que quizás eran sus ángeles guardianes...

Ramona

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Ramona fue verde desde que nació.   Lo más raro consistió en que sus padres no le dieron importancia alguna, ni tampoco los médicos.  La madre dijo cuando se la entregaron al parir: - Está algo verde.  El padre de la criatura la observó y exclamó: - Mmm... no tanto. Luego olvidaron el asunto. Prontamente empezó a crecer una mata espesa de pelo color esmeralda en la cabeza de quien al mirarse en el espejo no notaba diferencia alguna con sus padres, abuelos, vecinos y personas que se cruzaban en su mundo. Nadie notaba siquiera que la piel de Ramona era más brillante que lo corriente, y más parecía un delicado y suave cuero, que piel humana.  Ella había ido mutando con los años y quienes la rodeaban no lo percibieron y no porque la dulce Ramona pasara inadvertida, sino porque sus cualidades eran tantas que el color no era evidente, mucho menos obvio. Los años siguieron pasando vertiginosamente mientras su verdor se acentuaba y comenzaba a tomar una tonalidad algo...

Sor Fortunata

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Fortunata nació en Zacatecas en mil novecientos setenta, y resultó ser la séptima hija de una familia de clase media, devota toda de la Virgen de Guadalupe y con el catolicismo arraigado hasta la médula, al punto que los padres deseaban que salvo una de ellas, Fortunata, todas se casaran con Cristo y tener así su legión de religiosas particulares. En una ciudad lejana a la playa, no lindante con el golfo de México ni con el océano Pacífico, existía una distracción menos para las muchachas de la casa, quienes obedientemente habían acatado el dictamen familiar por falta de carácter, por devoción quizás, o porque es más fácil a veces someterse que reaccionar y liberarse, teniendo así que tomar una decisión y poner en riesgo una estructura prefabricada... no sé qué habrá movido a tanta mujer junta a aceptar un mandato sin haber conocido al menos Fresnillo, Aguascalientes o Victoria de Durango.  Inverosímil; siete mujeres criadas para acatar, primero en la casa natal, luego e...

Sor Juanita

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Perdida en la multitud, no da imagen alguna de mujer perdida; au contraire. Sedienta de paz, no se la ve desasosegada ni ansiosa por lograrla aún en contra de la corriente. En un mundo en que las monjas se han convertido en artículos de anticuario, Sor Juanita escribe y lee mensajes de texto en su teléfono celular, y en momentos sonríe ante algunas respuestas que le llegan del otro lado.  Ella vive dentro de este mundo, no fuera de él, pero lo hace a su manera, con su estilo algo desacatado para tratarse de una religiosa, aunque gozando del respeto de la congregación entera gracias a la fuerza de su carácter sin dobleces. Así es Sor Juanita... libre, aunque los demás piensen que ha perdido su libertad al ingresar al convento; sana mentalmente porque razona y discierne, elige y cede cuando es menester hacerlo. Sabe pertenecer a un núcleo sin quedar pegada a él y ante todo, es muy buena amiga de monjas divertidas y de monjas tristes. Con las alegres festeja y con las apagadas,...