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Serena

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Serena vive sola en una casa que según la opinión ajena, le queda grande, pero que según el punto de vista de ella, está justa.  Esta mujer necesita inmensidad, amplitud, libertad de movimiento; no soporta sentirse limitada, cercada por paredes próximas una de la otra, aplastada por un techo bajo como de esos departamentos que parecen cajas de zapatos con un agujero llamado ventana. Serena pinta, escribe, teje, lee, vive su vida sin ser perturbada por el mundo exterior. Su casa expele un aroma entremezclado de óleo para lienzos, perfume de jazmín, sándalo, y cera en pasta para lustrar los pisos de roble de Eslavonia. Es un sitio precioso, personal, logrado, en donde el estereotipo no tiene lugar.  Su casa es ella. En su jardín de invierno cultiva orquídeas, todo está ordenado, impecable como ella, incólume como su espíritu. Nada la perturba, nada la conmueve ni la quita de su estado permanente de serenidad, de una serenidad más indiferente que proveniente de un domini...

Umbria

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Umbria está sola, triste y sin ganas. Los años han ido pasando sin que se diera real cuenta de que la última década se consumió como cigarrillo fumado al viento, así de veloz, casi violentamente. Y ahora que se ha dado cuenta de que el tiempo no vuelve atrás, que ningún día perdido se recupera, Umbria ha decidido morir porque no hay quien la quiera profunda y verdaderamente.  Hasta ayer sintió que alguien la amaba, y hoy sabe que no es así, que ella es prescindible, no digo descartable pero sí cambiable, olvidable, innecesaria, y con esos atributos por demás deprimentes, no tiene voluntad de seguir viviendo. Ella se siente como esos regalos que no gustan tanto, que no parecen merecer que el agasajado los estreche contra su pecho y sonría, esos presentes que la gente guarda envueltos en el fondo de un ropero y olvida, hasta que se muda y encuentra el objeto sin recordar quién se lo había dado con ilusión. Umbria sabe que el día menos pensado, cuando nadie lo presienta, quizás...

Marlene

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Tras estas puertas vive Marlene, lamentablemente pronunciado su nombre así como se lee en castellano, sin quitarle la e final, lo que hace que todo quede cursi, como cuando a la calle Molière se la pronuncia como se escribe y pierde la dulzura natural. Y Marlene, pronúnciese como se pronuncie, espía por detrás de las cortinas de voile de la puerta de doble hoja, a ver quién pasa, no sea cuestión que algún día le diera por volver a Santiago y ella no esté preparada. Desde que él dijo que se tomaría un tiempo para pensar, ella lo tomó al pie de la letra y se dedicó a esperar que ese lapso de tiempo pasara, sin saber exactamente en dónde poner el límite.  Si Santiago no pensara en regresar, le habría avisado de algún modo, así que mientras no avise, él puede llegar de un momento a otro y para eso, Marlene sale lo mínimo indispensable, no vaya a ocurrir que a Santiago le dé por aparecer y ella no estar.  Todas las mañanas, sin excepción, Marlene se levanta a las siete y des...

El cumpleaños de Tota

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Tota siempre estuvo dispuesta a acallar los sufrimientos ajenos, a saciar el hambre de sus invitados, a atender a los indigentes que tocan a la puerta, a los Testigos de Jehová y a los bomberos voluntarios de La Boca, aunque ella viva en la calle Campana en Villa del Parque. Tota es solidaria y ya la tomaron de punto; ayuda hasta al que no soporta, y hasta al que le cagó la vida, pero si no lo hace, se siente mal y no puede dormir. En fin, así es ella, se quema con leche, ve una vaca y lejos de llorar, se la lleva a su casa y le da pasto, la deja mugir, le cuelga un cencerro para que la vaca tenga sentido de pertenencia, y le festeja cada deposición de bosta. Suena el teléfono, ojalá que sea Godofredo, pero no, es una de las entidades de bien público que recauda dinero para los discapacitados. Tota contribuye en ésa y otras. ¿En dónde se habrá metido Godofredo? Hace dos días que no llama, seguro que está enfermo, pobrecito, hay que mimarlo, escribirle mínimamente un mail ...

Anémona

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Anémona recibió ese nombre de su padre que era un naturalista renombrado, y de su madre que muerta en el parto, había expresado el deseo de llamar a su hija como a su flor favorita, cuya imagen delicada decoraba un plato antiguo que comprara en el mercado de las pulgas una tarde de sábado.  El Doctor Narciso Fiore di Nardo, padre de la criatura, era un biólogo especializado en botánica y dentro de ésta, en las flores. Su esposa, la que al dar a luz pasó al otro mundo, se llamaba Marianela Sposito y no tenía nada que ver con las plantas, salvo que le gustaban hasta llegar al frenesí. Anémona creció sin madre y con un padre enfrascado en su ciencia. Ella se pasaba las horas en medio de su parque privilegiado lleno de vida vegetal y animal. Allí, ningún ruido ensordecedor de la calle llegaba, ni se escuchaban gritos de madres retando a hijos, de maridos peleando con sus esposas o de esposas histéricas pegando portazos. No, nada de eso existía en el jardín de los Fiore, salvo el ...

Gabriella

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Gabriella guarda un mechoncito de pelo de Stefan, dentro de un pequeño sobre de celofán, en su relicario. No lo lleva puesto cotidianamente, ni siempre lo mira o lo toca. Está en su estuche, guardado entre papel de seda prístino que conserva ese tesoro tan amado que ella no desea compartir con el mundo. Cuando tiene que salir a la calle a acometer empresas difíciles, a luchar con el entorno, a hacerse entender, a transitar espacios que no le son amables, Gabriella toma el relicario de Stefan y se lo cuelga del cuello perfumado que no se ha dejado besar por otro desde que él se fue. Pareciera que la fina pieza con el pelo de su Sansón dentro, le otorga a la portadora poderes especiales, una fuerza descomunal, un soplo de vida extra. Nada la detiene, porque algo de Stefan la acompaña; si no su presencia, al menos algo que él le regaló y que está en contacto con su piel, con la energía de su cuerpo. Gabriella regresa a su casa, se quita delicadamente el collar, le da un beso que es...

Eunice

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Odila teje, Naralia cose, Nicolasa borda y Eunice le arruina la vida a todas las previamente mencionadas. Ella se limita a aprovecharse del tejido de la primera, de la costura de la segunda, del bordado de la tercera y de los hombres de todas. Con sus malas artes, consigue que el novio eterno de Odila le compre cositas a escondidas, que el amante de Naralia la lleve a los mejores restaurantes de Buenos Aires, que el marido de Nicolasa le pase una mensualidad nada desdeñable por acostarse con ella dos jueves al mes. Odila teje al crochet, Naralia cose al bies, Nicolasa borda monogramas y Eunice sale a la calle a comprarse zapatos de diseñador, a almorzar comida gourmet, a comprarse perfumes importados, a señar una joya divina, a reírse de sus hermanas que quedan en la inmensa casa del barrio de Flores, ganándose la vida. Odila teje una tira larga de lana gruesa color caca, Naralia cose un saco de lienzo, Nicolasa borda unas letras sobre el saco. Llega Eunice cargada ...